( adopta una mascota)

965 31 0
                                    

RAQUI
Cuando tenía 14 años, vivía en mi natal Copiapó, una pequeña ciudad situada al norte de Chile, con mi madre y mi hermano. Un día estábamos de camino a casa después del colegio cuando vimos un perro no más grande que una botella de agua, estaba delgado hasta los huesos, apenas caminaba y no paraba de tiritar de frío. Mi madre se detuvo y fue a ver qué tan mal estaba: el pobre perro no podía más, y si no recibía ayuda, era lógico que no viviría para contarlo, así que lo tomamos y lo subimos al auto. El perro, sin preocuparse por quién lo estaba agarrando, sólo se rindió, y se relajó y aprovechó para dormir un poco. Cuando llegamos a casa, ni siquiera tenía miedo; estaba tan débil que solo el echo de poder dormir en un lugar donde nadie le hiciera daño era suficiente para él. Durmió toda la tarde como si no lo hubiese echo en días. Cuando por fin despertó, no quería ni moverse. Nosotros le queríamos hacer algún cariño pero él no tenía ni idea que estaba pasando, era un perro que había vivido toda su corta vida en la calle y no sabía lo que significaba un cariño. Al paso de las horas empezó a ganar confianza y tomó agua. Durante los siguientes días comenzó a recuperar su energía, pero pasó tanto tiempo sin comer ni dormir en la calle que las fuerzas no eran suficientes ni para ladrar, así que cuando ladró por primera vez con nosotros, fue un gran logro. Cuando vimos que finalmente había sobrevivido, lo bautizamos Raqui y lo convertimos en el nuevo integrante de la familia. Un par de años después, debido a problemas personales, tuvimos que dejar Copiapó y nos mudamos a Los Vilos, donde todo fue nuevo: colegio, amigos,etc.., y Raqui ahí estaba con nosotros. Mi rutina era bastante común: ir al colegio en las mañanas, regresar a comer a casa y luego salir con mis amigos; y cuando no, salíamos todos a jugar en la playa. No te imagines una playa de verano con miles de mujeres con cuerpo de modelo bronceándose o haciendo ejercicio,naaa, esta era una con bastante viento, muchas algas y muy poco sol, donde prácticamente había que salir con bufanda y gorro, lo que resúlto ser el clima prefecto para Raqui, pues corría hasta el final de la playa y de regreso.

DURMIÓ TODA LA TARDE COMO SI NO LO HUBIESE HECHO EN DÍAS. CUANDO POR FIN DESPERTÓ, NO QUERÍA NI MOVERSE.

Hola, Soy Germán GarmendiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora