( adopta una mascota)

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(Raqui)
Cuando decidí que ya era tarde y era hora de regresar, me puse en pie y le hice un gesto para que me siguiera, pero Raqui no se quería levantar. Sabía que ya me había conocido y quería seguirme, pero no podía, tenía miedo de moverse. Intenté jalarlo suavemente para hacerle entender que era momento de irnos, pero Raqui no se movió. Empecé a alejarme para demostrarle que no estaba jugando, y fue entonces cuando comenzó a ladrar y a llorar. Quería levantarse pero no podía, y al ver me caminar sólo atinaba a llorar de desesperación. En ese momento entendí que algo pasaba. Me acerqué despacio para examinarlo: todo parecía estar bien. Como no podía caminar y yo no entendía la razón, intenté cargarlo: al primer jalón dio un grito tan fuerte que parecía que lo estaban matando; de inmediato le solté y me alejé. Raqui, con la poca fuerza que le quedaba, se puso de pie: en una de sus patas tenía una perforación del tamaño de un pulgar, que yo no había podido ver la posición en la que se encontraba: era un hoyo que atravesaba de lado a lado el muslo. No había ninguna señal de que estuviera herido ya que el mar se había encargado de limpiar cualquier rastro. En esos tiempos los celulares no eran tan comunes y no tenía ninguna forma de comunicarme con alguien para que me ayudara; lo único que se ocurrió fue sacarme mi polerón, envoler a Raqui en él y llevarlo corriendo hasta mi casa.

Hola, Soy Germán GarmendiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora