CAPÍTULO 1º EL EXPERIMENTO

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CAPÍTULO 1º

EL EXPERIMENTO

Corre el año 1.990. Estamos en Fort Hamilton, una de las dos bases militares ubicadas en el Estado de New York, y podemos ver a un joven recluta, de nombre James Hannigan, hablando con alguien.

Atendamos a lo que dicen...

―¿Está seguro de que está preparado, muchacho? Esto no es un juego de niños, su vida puede correr un grave peligro si el experimento sale mal.

―Sé perfectamente a qué riesgos me enfrento Mayor Freemont, y estoy dispuesto a afrontarlos sin dudarlo.

Hay tanta determinación en la voz y en la mirada del joven soldado, que el Mayor Maxwell Freemont no puede menos que sonreír.

―Eres un muchacho valiente, Hannigan; pocos hombres se atreverían a arriesgar la vida así por su patria.

En ese instante, una tercera persona entra en el laboratorio. Se trata del Profesor John Tagawa, quien se acerca a ambos militares y les hace un gesto con la mano derecha alzada.

―Así que éste es el joven escogido para la prueba... ―Al llegar a la altura de los dos militares se detiene y dedica un buen rato a examinar a Hannigan. Cuando termina, hace un gesto de aprobación y dedica al joven una amplia sonrisa―. Eres un joven muy valiente.

―Gracias, señor.

―Bien, dejémonos de cumplidos y comencemos con las pruebas preliminares –Tagawa, sin dejar de sonreír, vuelve a hacer un gesto con su mano derecha para que ambos soldados le sigan por un estrecho pasillo.

Poco después, en un pequeño laboratorio perfectamente iluminado por lámparas de tubos fluorescentes...

―¿Sabes qué te voy a inyectar, muchacho? –John Tagawa sostiene en su mano derecha una pequeña jeringuilla llena de un líquido azulado. Se cubre el rostro con una mascarilla de tela y al soldado Hannigan le da la sensación de que sonríe bajo la misma.

―Sí, señor. Sé que es lo que me va a inyectar –responde el joven recluta con tanta firmeza y seguridad, que el avezado científico no puede menos que ensanchar su sonrisa bajo la mascarilla.

―¿Qué edad tienes, hijo? –Inquiere Tagawa mientras busca la vena en el brazo del joven.

―Dieciocho recién cumplidos, señor.

―Eres un joven muy valiente.

―Gracias, señor. Hago esto para servir a mi país.

El científico no responde, se limita a seguir buscando la vena en el brazo de James.

―Te advierto que puede que te duela lo indecible –advierte entonces mientras comienza a clavar la finísima aguja en la carne del joven soldado, que aprieta los labios con fuerza y asiente levemente con la cabeza.

Lo primero que siente el soldado James Hannigan cuando el Profesor Tagawa le inyecta el extraño compuesto es un terrible dolor que le sube por el brazo y recorre todo su cuerpo, al tiempo que nota cómo su corazón y su pulso se aceleran de manera alarmante.

―¿Te encuentras bien, muchacho? –El Mayor Freemont da un paso hacia el joven recluta, visiblemente preocupado ante la falta de color que su subordinado acaba de sufrir.

―S-sí –gime Hannigan mientras con su mano derecha se aferra con fuerza a la camilla―. S-sólo estoy un poco m-mareado –intenta esbozar una leve sonrisa, logrando únicamente una triste mueca.

John Tagawa intercambia una fugaz mirada con Freemont y retira la aguja del brazo del bravo soldado.

―Podemos dejarlo para otro momento, si no te encuentras bien –dice dirigiéndose a James.

―No, no –el joven militar deniega con un enérgico cabeceo, un instante antes de desplomarse en la camilla sin sentido, ante lo cual, el Mayor Freemont y el Profesor Tagawa intercambian una significativa mirada y un cauteloso...

―Vaya por Dios.

EL ORIGEN DE CAPTAIN SPIDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora