Capítulo 24

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Niall

La alarma de mi despertador empezó a sonar por toda mi habitación. ¿Por qué? Me pregunté. Quería quedarme a dormir todo el día y seguir descansando pero sabía que hoy era un día demasiado importante, así que despeje todos los pensamientos que me persuadían a quedarme en mi cama y me levanté, tratando de despabilarme salí de mi cuarto para dirigirme al baño y echarme agua en la cara. Había funcionado, o bueno, algo así.

Fui a la cocina para sacar el pastel de fresa que había comprado para mi hermana y lo puse en la mesa del comedor. Saque algunos platos y cubiertos, los acomode de una forma muy bella haciéndome sentir orgulloso.
¡Las velas! ¡Las velas! Me acordé y cerré los ojos mientras me regañaba a mi mismo. ¿Cómo va a soplar las velas si no hay ninguna? ¿Cómo va a pedir su deseo? Rápidamente busque las llaves del automóvil y salí de mi hogar.

Me encontraba en la fila del mini super que se encontraba a unas cuadras de mi casa con gran nerviosismo, rogando para que la señora que había comprado leche se apresurara y siguiera mi turno. La campanilla de la entrada del mini super sonaba cada minuto, indicando que la gente entraba. Y cada vez que eso pasaba, un par de ojos se posesionaban en mi. ¿Por qué? Salí tan apresurado de mi casa que ni si quiera me preocupe en mirar que ropa llevaba puesta. O más bien, que ropa no llevaba. Así es, había salido de casa sin pantalón. Mis boxers era de un color azul marino totalmente lisos, así que se podrían hacer pasar por unos shorts, pero la etiqueta Calvin Klein que se encontraba en grande con letras blancas daba mucho que decir. Mi playera blanca también combinaba con los boxers, así que se podría decir que salí así apropósito; Pero lo que la gente veía era a un chico en boxers con una caja de velas en la mano.

Al fin mi turno llegó y cuando me acerqué a la caja para que la señora pudiera saber el precio de las velas pude notar como me miraba de abajo hacía arriba y como trataba de ocultar una sonrisa. Vergonzoso. Incomodo.

Llegué a mi casa aún regañándome a mi mismo. ¿Cómo pude haber sido tan estupido y descuidado? Después de la gran vergüenza que hice logré llegar a mi casa sana y salvo, y aunque haya pasado los peores 15 minutos de mi vida, no pude evitar soltar una carcajada al mirarme por el espejo del baño.
Saqué unos pantalones del bote de la ropa sucia y me los puse.
Me dirigí hacía el cuarto de mi hermana con un globo de helio en mi mano, que compre de camino a acá, y una sonrisa en mi rostro.

—Buenos días, cumpleañera. –traté de moverla pero fue en balde, ya que gruñó y se volteó. —Sky, ¡Es tu cumpleaños!

Sky abrió los ojos de en par en par después de soltar varios gritos de emoción. —¡Es mi cumpleaños!

Asentí mientras la abrazaba fuertemente y besaba su mejilla. —Por favor, deja de crecer.

—Ew –se limpió la mejilla– Ya soy niña grande. Deja de tratarme como bebé.

—Aún eres una bebé.

—¡No cierto! –hizo un leve puchero.

—Entonces deja que actuar como uno –dije y como respuesta obtuve una mala mirada de parte de mi hermana. —Pero bueno, si ya eres una niña grande me imagino que no querrás el regalo que te compre y tampoco el pastel que está allá a fuera. ¿Verdad? Voy a ir a regalárselo a la vecina –me levanté de su cama y ella gritó.

—¡No! Es mío; es mi cumpleaños. Pero aún no soy niña grande, soy una bebé. ¡Yo quiero mi regalo! –dijo mientras hacía otro puchero.

Reí y la abrace antes de hablar. —Bien, entonces vamos por él.

—¡Si!

Ella sonrió y me estiró los brazos para que la pudiera cargar. Sonreí. Seguía siendo mi bebé.

My Angel | n.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora