Parte 2

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Al tomarlo en sus brazos, recordó que su madre hacía que se lo pusiera para ir a la capilla todos los sábados por la tarde. Nora siempre odió los vestidos y las faldas. Ella quería usar pantalones y remeras, pero su madre la obligaba a usar vestidos porque era una niña y las niñas tenían que usar vestidos. En ese sentido, llegó a envidiar a los niños, hasta se le cruzaba por la mente la idea de querer ser uno, pero se le pasó con los años.

Con ese vestido iba a la catequesis de comunión los sábados a una capilla que quedaba arribando unos kilómetros de su casa. Era una construcción algo vieja y descuidada. El baño no tenía luz, a veces ni siquiera estaba abierto. El suelo era totalmente desnivelado, con baches en todas partes y raíces descubiertas que ocasionaban tropiezos a los que no se fijaban por donde andaban.

Los niños de la comunidad asistían a las catequesis. Se dividían en grupos. El interior de la capilla no era muy amplio, en ella cabían dos grupos y los demás tenían que dar clases en el patio, a la sombra del enorme árbol de mango. El grupo de Nora daba clases bajo ese árbol.

Recordó que nunca le gustó ir a la catequesis, no sabía por qué. Quizás porque no conocía a nadie y era pésima socializando. Inventaba excusas para no ir. A veces mentía a su madre diciendo que no habría clases el sábado por alguna reunión que ella se inventaba.

En otras ocasiones escribía notas de permiso y falsificaba la firma de su madre, para que la catequista la dejara marcharse. La firma de su madre era la cosa más fácil de falsificar y el hecho de que la catequista no conociera la firma original lo hacía más fácil.

Nora iba a jugar a la placita que le quedaba de camino. Hoy es un terreno dominado por las malas hierbas y algunas serpientes. Cuando regresaba a su casa y su madre le preguntaba el por qué regresaba antes de las cuatro; Nora volvía a mentir y nadie se daba cuenta.

Cierta vez en una de sus salidas antes de tiempo de la capilla, observó una multitud de vecinos rodeando su casa. Recuerda lo que sintió en aquella ocasión. Se puso pálida y el corazón le latía con fuerza. No quería llegar a su casa, temía encontrarse con una tragedia. Su mente era más propensa a las cosas desastrosas que a cualquier acontecimiento bueno. Pudo haberse imaginado que habían ganado un premio en algún programa de televisión y que los vecinos rodeaban su casa para ver la entrega de premios y saciar su curiosidad, pero no. Nora ya se había hecho a la idea de que alguien de su familia murió, que lo estaban velando en esos momentos y que los vecinos estaban dando el pésame a quien sea que quedara vivo de su familia y estuviera allí.

Recuerdos "Encajados"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora