Capítulo I

16.4K 676 250
                                    

Firella Delior ♐︎

Nunca me imaginé que llegaría al punto en que escuchar la respiración de alguien fuera a convertirse en una verdadera molestia para mí. El aire que entraba y salía de las fosas nasales de mi Instructor Elemental retumbaba en mis oídos como si estuviera resoplando en mi nunca; una respiración tan pesada y profunda que intensificaban mis deseos de cerrar su tráquea con una patada. Si no fuera por el cansancio y el temblor que comenzó a debilitar mis brazos y manos extendidas hacia adelante, no me hubiera dado cuenta del tiempo que me mantuve en la misma posición mirando fijamente la antorcha, sin haber sido capaz de encenderla.

—¡No contengas la respiración!—Como si su voz hubiera sido un interruptor para mí, ambos brazos cayeron de forma automática a mis costados tras expulsar de golpe el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta— Otra vez.

Miré mis manos temblorosas, el rojo vivo que se extendía hasta mis codos comenzó a disiparse, al mismo tiempo que mis venas incandescentes dejaban de traslucir bajo mi piel bronceada y volvían a su color natural. No había funcionado, pero no me sorprendió. 

Apenas me conocía como humana, qué iba a saber sobre ser una Elemental cuando no había nadie en el reino que lo fuera. Tampoco sabía por qué se frustraban tanto en entrenarme cuando era sabido que no había probabilidades de que saliera con vida de la Tierra de las Sombras. Las últimas dos generaciones de Elegidos no lo habían logrado y, por lo que leí, contaban con grandes habilidades elementales.

Pero todo se terminaría pronto, era lo que siempre trataba de pensar. No sé exactamente en qué momento la idea de entregarme a este destino había comenzado a sentirse como mi único consuelo, pero ya no era capaz de pensar al Tormento como un castigo, sino como una oportunidad de convertirme en un recuerdo que luego el tiempo borraría, dejándome finalmente en libertad.

No tenía a nadie más que a mí misma. Los recuerdos que me acompañaron hasta este reino parecían tan lejanos que a penas podía convencerme de que estuve en ellos o que pertenecí a un lugar alguna vez. Desde el momento que me declararon como una Elemental, me convencieron de que mi destino ya estaba escrito y que no podría escaparme de él, por lo que crecí creyendo que todo se daría de manera natural porque no importaba el camino que tomara, tarde o temprano me convertiría en lo que estoy predestinada a ser, quiera o no.

—¡Concéntrate, Sagitario!—Exigió por quinta vez consiguiendo que lo mirara con exasperación. Era un Sagitariano de mediana edad, moreno de baja estatura, ojos negros hundidos y una gran boca que solo servía para marcar todo lo que hacía mal, tirando por los suelos mis pequeños avances.

—¿Qué te parece que estuve haciendo todo el día? —Comenzaba a perder la pizca de paciencia que me había propuesto tener esta mañana.

—Quejándote—dijo con obviedad—. Solo tienes que canalizar todo tu poder en una sola llama, no es tan difícil—sonreí acunando mi nuca con mis palmas para masajear con suavidad y sacarme de la cabeza la idea de perseguirlo con la antorcha.

—Adelante, muéstrame cómo se hace—propuse moviéndome a un lado para que ocupara mi lugar.

Él no se movió, solo entrelazó sus manos hacia adelante y suspiró con pesadez por milésima vez, mirándome como si fuera una niña haciendo un berrinche.

—Eso supuse—sonreí satisfecha—. No es tan fácil como parece, ¿verdad? Ya lo intenté un montón de veces, simplemente no puedo exteriorizar el fuego a mi antojo. ¿Y quién sabe? Tal vez se quede atrapado en mí toda mi maldita vida.

—Tu resignación solo empeora tu desempeño—caminó hasta acercarse a unos metros de mí para que pudiera apreciar mejor su mirada de regaño—. Si te presiono como lo hago es porque sé que no estás dando todo tu potencial, estás poniendo excusas todo el tiempo y, lo que más me molesta es que, te las terminas creyendo. El fuego no solo está ahí para salir disparado en cualquier dirección cuando estás enojada, tienes que darle un propósito y creértelo para poder manipularlo a tu voluntad. Pero en lugar de hacer eso, lo escondes y lo usas solo cuando te conviene.

Hijos del Zodiaco (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora