Capítulo III

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Wayra Bren

La cena se había vuelto tan aburrida, tanto que podría jurar que escuché el segundo bostezo de Géminis a mi lado. Al menos él no se esforzaba en ocultarlo.

De vez en cuando me sorprendía asintiendo a lo que me murmuraba Libra, pero no había prestado la suficiente atención como para saber en qué me había mostrado de acuerdo. Solo quería escabullirme a algún lugar del palacio, pero ninguno de nosotros podríamos levantarnos de la mesa si la princesa sagitariana no lo hacía primero. Estaba sentada al otro lado de la mesa, entre Aries y Leo, con quienes hablaba y reía cada tanto con disimulo, compartiendo una complicidad que los demás ignorábamos. Los signos de aire estábamos sentados frente a ellos a unos dos metros de distancia, pero ella ni siquiera había dirigido la mirada en nuestra dirección para sacar una trivial conversación.

Tal vez era tímida, o una muy mala anfitriona. Lo primero no podría ser porque los sagitarianos eran criados para adquirir una naturaleza extrovertida, así que la razón por la que no se había dignado a hablarnos desde sus breves palabras de bienvenida, se debía a su falta de interés en nosotros. Si no fuera por esto, no estaríamos forzados a escuchar las conversaciones de los reyes, las cuales giraban siempre en torno a la política, economía y la tasa de exilios; temas que eran tratados sin una pizca de honestidad.

A simple vista podría parecer que solo se ponían al día de los cambios que se dieron en cada Casa del Zodiaco, intercambiando visiones y consejos, pero era una batalla silenciosa sobre qué signo había constituido el reino perfecto, como si eso fuera posible. No entendía cómo es que existía gente incapaz de sentir la más mínima vergüenza por las mentiras que salían de su boca.

Reía a lo bajo cada vez que escuchaba a los tiranos de Urano hablar de nuestro reino, sabiendo bien que mis actitudes burlescas los irritaba totalmente. Quería molestarlos, que se voltearan a verme y notaran las ganas que tenía de escupir sus arrogantes y estúpidas caras. Era un impulso que no podía controlar ni quería. Necesitaba demostrar en cada ocasión lo asqueado que me sentía de solo escucharlos hablar con tanta tranquilidad sobre una nación que estaban llevando a la ruina, cuando una vez fue tan próspera y hermosa. No demostraban ni un rastro de remordimiento por las decisiones injustas que tomaron, decisiones que llevaron a casi toda una Nación a sumirse en la desesperanza.

Lo que menos me importaba era la imagen que los demás signos fueran a tener de nosotros, como si los que se encontraban en esta sala tuvieran las manos limpias y la moral perfecta.

De repente mis pensamientos se escucharon más altos, algo confundido levanté la vista de los vasos que tenía frente a mí y noté que el príncipe capricorniano se había parado, silenciando las conversaciones de todos en pocos segundos.

—Me disculpo por la repentina interrupción—habló dirigiéndose a los reyes con una amabilidad poco natural. Hizo una pequeña pausa cruzando sus manos detrás de su espalda—. Creo que es el momento adecuado para informarles que los Elementales de Tierra y Agua realizamos una votación, en lo que respecta a nuestra expedición en la Tierra.

De repente captó toda mi atención.

¿Votación? ¿De qué estaba hablando?

—Votamos para que los Elementales de Fuego no tengan participación en esta misión.

Aries se atragantó con su bebida y alcanzó a salpicar un poco sobre la leonina, la cual lo miró con asco apartándose de manera brusca del ariano, quien tosía repetidamente tratando de recuperarse. La sagitariana hizo a un lado sus cubiertos para apoyar los codos en su lugar. Tal vez su primer impulso fue clavarle un tenedor al capricorniano y se contuvo.

—Teniendo en cuenta sus antecedentes históricos—continuó el capricorniano ignorando lo que había pasado con Aries—, estamos seguros de que podremos prescindir de este elemento.

Hijos del Zodiaco (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora