Capítulo VI

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Firella Delior ♐

Los murmullos rompieron la calma de la noche de forma tan violenta que me quedé inmóvil, simplemente esperando que algo... Alguien me rescatara de terminar ahogada en medio de la ola de desesperación que no tardó en inundar cada rincón del palacio.

"El portal de la Tierra comenzó a cerrarse". Fue lo primero que asimilé antes de que la gravedad comenzara a tirar de mis pies y mi cabeza comenzara a girar alrededor de mis miedos. Lo que le siguió no fue mucho mejor:

—Los Elegidos deben cruzar el portal en menos de una hora. De lo contrario, no sabemos si tendrán otra oportunidad—hizo una pausa mostrando un poco de aflicción por la situación, pero no llegó a conmoverme.

"Los Elegidos deben cruzar el portal en menos de una hora..."

Mientras las palabras se escurrían entre mis dedos y las miradas expectantes ardían sobre mí, solo pude dignarme a observar un espacio vacío, en donde podía ver al destino adelantándose entre la multitud para llegar hasta mí y llevarme a rastras con el.

Sentí vergüenza al desear profundamente que la misión fuera aplazada hasta que pudieran reparar los portales. Busqué a alguien con la vista, pero no sabía a quién esperaba encontrar exactamente en el mar de caras que llenaba la sala. Pero estaba segura de que aún no lo conocía, solo deseé que fuera alguien que se opusiera a nuestra partida con la excusa de que no estábamos listos. Alguien que pudiera llevarme lejos de todo lo que conocía antes de que la gente recordara que era un fiasco.

Esperar que un héroe o heroína salvara el día era un deseo que nunca se cumplía, pero que estaba acostumbrada a pedir. Si entre los presentes hubiera una persona con la capacidad de leer mentes, en estos momentos pensaría que soy una descarada por creer que merezco la salvación después de todo el dolor que causé.

—¡¿Y qué hacen aquí?! —exclamó Demian acusando al General con la mirada. Había fracasado ocultando su nerviosismo, y me dio gusto— Deberían estar resolviendo este problema. ¡¿Cómo pueden ser tan incompetentes?!

—Estamos haciendo lo mejor que podemos, Majestad—la aflicción que se había dado la libertad de expresar fue cubierta rápidamente por la dureza que caracterizaba a los de su rango—. Consideré apropiado informarles lo antes posible debido a que estamos frente a una situación que concierne a todas las Casas del Zodiaco.

Estaba de más decir que fui incapaz de adueñarme de la situación e infundir calma a los presentes más cercanos. Mis propias emociones fluían igual que un río turbulento que me arrastraba con la corriente sin el mayor esfuerzo.

¿Cómo brindaría seguridad a los demás cuando ni yo me sentía a salvo conmigo misma? ¿Cómo podría contenerlos cuando cada paso que daba me acercaba más a aquel momento que tanto había tratado de posponer?

Pero había otros que nacían para ello. Transmitían la seguridad y la calidez suficiente para brindar alivio a quienes se sentían vulnerables, a quienes eran vulnerables.

—¿Tienen idea qué está provocando el cierre? —preguntó el capricorniano adelantándose al resto.

—Por el momento no tenemos conocimiento sobre quién o qué estará cerrando el acceso a esta dimensión, pero creemos que no pudo haber sido por mera casualidad.

—¿Me lo jura? —dijo el geminiano con un tono provocador que disgustó a la mayoría.

—¡Perdemos tiempo!——la voz de la gobernante Virginiana se hizo escuchar entre las incesantes preguntas que acaparaban el silencio—Si ninguno de los presentes tiene la capacidad de resolver este problema, hagan el favor de guardar silencio o retirarse.— Se volvió hacia el General, quien había tratado de ocultar su impaciencia ante el murmullo que se había generado desde su llegada—. Díganos, General ¿Qué tan grave es la situación?

Hijos del Zodiaco (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora