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23 rayas había hecho ya, o lo que es igual 23 días en aquella habitación oscura y fría.
De esos 23 días, lo único que había podido sacar de aquel hombre es que me tenía aprecio, sabía perfectamente todo sobre mi; mi nombre y apellidos, cuando y donde nací, donde vivía...Pero yo no lograba saber nada de él, su rostro no me era familiar y eso era algo que no tenía sentido, pues yo soy presente buena recordando caras.

-Hola, he venido a hablar contigo sobre ti.
-¡Suéltame por favor, no me hagas daño!
-¿Todavía no comprendes que no te voy a hacer daño? Por favor, ¡es lo último que querría en este mundo!
-¿Como?¿Y porque me tienes encadenada?
-No quiero que te escapes, escucha he venido a hablar contigo sobre tu infancia. Es muy importante que hagas memoria y recuerdes, ¿de acuerdo?
-Si...-dije dudosa.
- Esta bien, ¿No tienes hermanos cierto?
-No.
-¿Seguro?
-¿Si? Si tuviera un hermano lo recordaría.
-Vale, ¿como son los apellidos de tu padre?
-Mi padre murió.
-Lo sé, ¿pero como eran sus apellidos?
-Martínez Castro.
-De acuerdo, muchas gracias pequeña.
Me dio dos besos y se fue.