Mi Ella cap 2

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II - Amenazado por la razón

Al día siguiente no la vi, ni tampoco en una semana. Luego volvió a aparecer, volví a seguirla, volvió a ocurrir la escena de la ventana, sólo que con una variante. Era luna llena y por lo tanto el cielo era azul, tan azul como puede ser un cielo tan contaminado como el de la Ciudad de Caracas. Luego de media hora de ser el gato de su ventana, vi que dentro de la habitación surgía una chispa, y mientras pensaba ensimismado que así debió haber sido la chispa que dio inicio al universo y que hube quedado en trance con la flama, me dio por alzar la vista y me encontré con sus ojos, fijos, inclementes, abrasivos. Ella no me reprochaba, mientras que yo no podía fingir pena. Se extinguió el cerillo y nosotros no dejábamos de vernos. Ella se acercó, y rejas de por medio nos clavamos los ojos sin recato. Intenté sonreír, pero no importaba. Se acercó tanto que podía ver como sus pechos quedaban tocando los herrajes con vivos florales.

Ella. Pegada a la reja podía ser objeto de besos en los labios, en los pezones, en su sexo con un poco de ingenio, pero NO!!!

"Déjame besarte los ojos" le dije.

Ella sonrió. No dijo que sí pero juntó su ojo celeste al frío herraje, y yo acerqué mis labios, dispuesto a bendecir su ojo con mis labios, más sin embargo mis labios fueron los que se volvieron puros al contacto con su párpado. Lo mismo ocurrió con su ojo avellana.

Quise hablar, pero ella encendió otro fósforo. Nos miramos otra vez. Casi al extinguirse la flama al dictado de su soplo. Cerró sus párpados de manera violenta. Era un hasta luego, aunque sentí como si sus pestañas fuesen navajas de un Metro de largo que al bajar tan rápidamente me cortaran en pedazos como un centenar de sables ninja, cerrándose, abriéndome en vertical, dejando de mí sólo el espíritu.

Nos citamos en el Metro cada tres día. Luego ya hablábamos. Trabajaba con una productora internacional. Cuando le pregunté qué tipo de filmes hacían en su productora, ella me revelaba una verdad oral muy breve, diciendo que básicamente hacían películas acerca de las costumbres culturales de LatinoAmérica, motivo por el cual se ausentaba frecuentemente de la ciudad. A mi me dio pena decirle a qué me dedicaba, no sé por qué, quizá por el guión que manejaba su productora, ella de lado de la cultura y yo pervirtiendo al mundo con mis escritos que sí bien no era remunerado, era lo que mas me encanta hacer.

Lo cierto es que mis historias tenían cierto toque humano que mucha falta le harían al cine porno de hoy en día. Lo triste era que quería mostrarle que había escrito una historia preciosa, inspirada en la magia de nuestras miradas, era una cinta ocular, en la cual el mirar era la principal expresión del amor. Era mi obra maestra, escrita para ella, y no podía mostrársela.

Cuando ella me preguntó qué tipo de historias eran las que yo escribía, le dije de amor supongo. "Algún día tendrás que sorprenderme escribiendo uno para mí" me dijo con ese entre abrir y cerrar de parpados que solo fueron unos segundos pero que yo admiraba en cámara lenta como si fueran horas las que transcurrieron. Asentí con la cabeza y solo una risa saliendo de su rostro me despertó de ese trance en el que me encontraba.

Nuestros ojos se pertenecían y con ellos el alma. Sin embargo, nunca me dijo qué hacía en la productora, nunca dijo quienes eran sus padres, no supe si tenía amigos, no sabía de ella nada que no extrajera de sus ojos, y con eso bastaba, pues sabía lo único que necesitaba saber. Era una tontería que no nos conociéramos, pues nuestra unión era más que intima, pienso yo.

De rato estuve en su habitación, me pedía que la mirase mientras se masturbaba. Éramos felices, aunque nunca terminábamos por consumar el coito. Una vez me dejó tocarle la piel, no me dejó tocarle el sexo, no me dejó besarle la boca, sólo la piel. Esa vez ella lloró, lloró profundamente. Yo la abracé, y así, tendidos, dormimos como niños.

Mi EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora