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¡Irene Gana!

🍨🍧

-Añiogaseyo Bé Aireni inmidad.

Chanyeol escupió la malteada que diligentemente se estaba tomando en su receso de quince minutos en el trabajo no más escucho las palabras provenientes de su nueva amiga, Irene. La chica de pelo castaño y largo, amarrado en una cebolla en la copa de su cabeza, estaba ensayando qué sabe qué cosa con mucha devoción; se miraba muy concentrada, tanta que no tomó atención del escándalo que tenía Chanyeol con su malteada de chocolate.

Irene no tenía tiempo para las burlas de Park Chanyeol, ella realmente estaba entregada a lo que estaba haciendo, su mirada fija al espejo en la pequeña polvera reflejando una sonrisa fingida, practicando sus expresiones faciales, repitiendo cada que podía «Añiogaseyo Aireni....»

-Jai, mai nein is Bé Aireni, nais tu mit yu -expresó nuevamente, esta vez en su inglés bastante precario y gracioso, Chanyeol más allá estaba muriendo lentamente de las risas.

Irene rodó los ojos por la algarabía del gigante, le sacó el dedo medio mientras éste le lanzaba besitos al aire; tenía sólo quince minutos de descanso entre tanto dulce y azúcar, y los iba aprovechar al máximo para practicar su presentación para cuando entrase a la universidad, sí, ¡A la universidad! Estaba a sólo unas tres semanas de ingresar como becada al programa de Artes de Seúl Art y estaba irradiando felicidad por doquier. Necesitaba una fabulosa presentación que les dejara a todos muy en claro que ella era Irene Bae y que iba con todo, con todo a ser popular y exitosa, a ser una de las mejores, la mejor en realidad. En el colegio había sido muy inteligente pero bastante impopular, no tenía una cascada de chicos cayendo a sus pies, ni un montón de amigas queriendo imitar sus pasos y su forma de vestir, pero el ingreso a la universidad lo iba a cambiar todo.

-Irene, querida, ¿tu intención es matarme de risa? -preguntó un muy alegre y cantarín Chanyeol-. Porque bueno, lo estás logrando.

-No tengo tiempo que perder, Chanyeol -respondió ella, moviendo la boca como si estuviese haciendo ejercicio bucal-. Dentro de unas semanas entraré a la universidad, necesito practicar mi presentación. De eso depende la cantidad de amigos que tendré o qué tan popular sea.

Chanyeol se terminó lo que quedaba en su envase de malteada y lo echó al recipiente de la basura, tomó una servilleta para limpiar sus labios, y así mismo se acercó pasando cariñosamente su brazo por encima del hombro de ella, suspirando y siseando como un sabelotodo.

-Niña, no te piden que te presentes en Seúl Arts, si quieres imponer presencia tú sólo llega, chasquea los dedos y mira por encima de tu hombro incluso al profesor -explicó él.

Chanyeol tenía un semestre de música en la misma universidad a la que Irene había aplicado exitosamente, su fuerte era música y según su Instagram se le daba muy bien, el alto a pesar de ser un poco torpe y despistado, tocaba una cantidad exagerada de instrumentos, batería, guitara, violín, bajo y además tenía buena voz. Chanyeol era lo máximo, además según él, era muy popular en la universidad. Las chicas disque deliraban por su voz rasposa y su manera de eximir las unidades de estudio «Convive conmigo, Irene, soy tu boleto al estrellado» había dicho un día de esos.

-Sí pero quiero ser una popular amable -explicó ella, porque Irene no se veía siendo engreída y tonta como la mayoría de las chicas que estudiaron con ella en el colegio-. Quiero que la gente me quiera por ser buena, dadivosa, altruista.

Chanyeol estuvo todo ese rato explicándole que siendo así no iba a llegar a ningún lado, pero ella insistió en que podía hacer la diferencia.

Cuando terminó el descanso, los dos dejaron la conversa para otro momento y se dedicaron atender a los clientes, en su mayoría, niños ansioso de comer cuanto dulce pudiesen y ancianas queriendo retar a su diabetes y a la muerte, Irene se concentró rotundamente en ensayar en su cabeza, estaba muy emocionada por su nuevo cambio, por sus nuevos aires, el nuevo horizonte que iba a emprender a partir de ahora. Y lo bueno de trabajar en el local de golosinas era que no iba a interferir con sus estudios, el horario era bastante cómodo para ir y venir y también estudiar lo necesario para su carrera, tendría inteligencia y además dinero, nada podía ser mejor.

Quiero un Algodón de Athucar → HunReneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora