La mire a los ojos directamente cuando decidí hablarle en ese parque, mientras estábamos sentados en el pasto. Me sudaban las manos, me zumbaban los oídos, sentía náuseas y no podía articular palabras. Balbucee un poco cuando intentaba decirle mis sentimientos a Abby, y ella me miraba a mí. En el momento en que por fin pude articular una palabra, una luz blanca cubrió todo mi campo de visión y, en menos de un segundo, Abby había desaparecido.
Me levante un poco confundido. Pero no más que otras veces. Ya antes había tenido esos saltos en el tiempo, y esta vez no fue diferente. Estaba mojado, no supe si por una ligera lluvia, algún aspersor de agua o un tipo bromista. Localice mi mochila a pocos metros afortunadamente. Ya antes la había perdido y más que una pérdida material, me molestaba perder tareas, trabajos y cosas personales; también estaba mojada. No sabía si era bueno o malo y no me interesaba en ese preciso momento.
Regrese a casa directamente. No sé de cuánto tiempo había sido el salto esta vez. Algunas veces solo era de unos minutos; sin embargo, en contadas ocasiones, había sido un salto de días. Esos eran los peores. Al entrar a mi hogar, subí las escaleras directamente, deje mi mochila en el suelo del baño, me quite la ropa mojada y me metí a la tina a meditar sobre lo que había pasado, no solo esa tarde, sino sobre la situación en general. Me sentía impotente, mal. Siempre que había deseado contarle mis sentimientos a Abby, sucedía un maldito salto de tiempo. De por si había sido muy complicado reunir el valor para poder hablarle, ahora tenía que enfrentar este maldito problema. Los saltos en el tiempo eran una constante en mi vida; pero desde que empecé a tener estos sentimientos por Abby había empeorado. Llego un punto en que creí que había un poder superior que no quería que ella y yo estuviéramos juntos ¡No me parecía justo! Su cabello negro y rizado, sus ojos claros y su hermosa piel como ébano. Verla caminar por los pasillos de la escuela me hacía acelerar el corazón como nunca antes, pero por sobre todo, las sonrisas tímidas que intercambiábamos cuando nuestros ojos se cruzaban. Sabía que no le era indiferente, sabía que tenía una oportunidad. Sabía que podíamos ser el uno para el otro si me decidía a hablarle. No me costó trabajo decidirme, siempre fui del tipo arriesgado.
El día que decidí hablarle por primera vez, fue durante la hora de la comida en la escuela. Me acerque a ella y le dije hola. Estaba nervioso, claro, pero aun así me sentía confiado. Lo que paso esa vez, me confundió demasiado; cuando Abby me respondió el hola, el brillo blanco se presentó durante un segundo. Súbitamente había brincado cuatro horas al futuro, la cafetería estaba vacía y la escuela también. Abby se había ido hace mucho.
Cuando sucedió, solo se me ocurrió que el salto en el tiempo había llegado en el peor momento. No podía controlarlos y vaya como eran molestos, pero debía acostumbrarme. No importaba, encontraría otra oportunidad. Las siguientes veces que la vi, todo siguió como si no hubiera pasado nada, sonrisas, miradas y eventualmente, dos o tres palabras informales, cosas relacionadas con la escuela, nada personal. Aun así no es el tipo de comunicación que quería tener con ella. Nuevamente busque la mejor forma de hablarle. La oportunidad se dio a la salida de la escuela un día que se suspendieron las clases y todos nos fuimos al mismo tiempo. La intente alcanzar a la salida, nuevamente sentí el nerviosismo, pero esta vez por el temor de que se diera un nuevo salto temporal. La alcancé, la llamé por su nombre y volteó a verme, nuevamente me saludó y yo pude regresarle el saludo, todo estaba marchando bien. Cuando estaba a punto de decirle que si quería ir a la cafetería en el tiempo que teníamos libre antes de ir a casa, mi corazón se agito, las manos me sudaban y mire impotente como en una fracción de segundo la luz blanca del salto del tiempo me alejaba nuevamente del lado de Abby. Desafortunadamente, esa vez fue diferente. No estaba en el mismo lugar, un par de horas más adelante como las últimas veces, me encontraba sentado en una mesa de concreto, en un parque que no conocía. Era por la mañana.
Cuando salí de casa ese día, llevaba un suéter que había desaparecido y solo traía el tank top que usaba debajo de mi camiseta. Mis jeans estaban llenos de tierra, estaba descalzo y no cargaba ni una moneda ni mi mochila. Caminé algunas calles sin reconocer ningún lugar. Algunas personas me miraban extrañadas como si fuera un drogadicto o un pordiosero, y eso era incómodo. Tenía hambre, pero sin dinero no era posible hacer nada más que caminar hasta encontrar una estación de policías o un hospital, era lo que hacía cuando los saltos de tiempo me llevaban tan lejos. Lo primero que encontré fue una clínica donde me permitieron asearme, me acostaron en un cuarto y me dieron algo de comer. Dormí un poco y me despertaron en la tarde cuando una patrulla trajo a mis padres. El salto había sido de tres días y estaba en un pueblo a casi cien kilómetros de casa. Los días siguientes fueron lo más normales que pudiera ser. Mis amigos estaban habituados a mis saltos y me recibieron poniéndome al tanto de lo que había pasado en esos días. Abby había preguntado por mí. Pobre, estaba preocupada.
La tercera vez que intente llegar a algo serio con Abby fue un par de semanas despues, intente una táctica diferente y elegí un lugar más apartado. Un amigo me hizo el favor de decirle que la vería en el centro comercial. Los cines estaban en remodelación, así que el lobby frente a ellos estaba casi vacío y me parecía un buen lugar. Cuando la vi llegar, mi corazón se aceleró. Llevaba en la frente un listón azul y su pelo rizado parecía más suave que nunca. Intente tranquilizarme, pensar mis palabras bien, pero aun así, mis manos sudaban como nunca y sentía nauseas. Nos sentamos, de espaldas en un par de bancas de madera, aunque ocasionalmente volteábamos a vernos, pero con precaución. No quería que otro salto se diera. El primer intercambio de palabras fue normal; me preguntó de lo que había pasado en esos tres días y le dije que el tiempo entre saltos, era tiempo perdido y solo podía decirle como, cuando y donde había caído. Ella escucho cada palabra y no pudo evitar soltar una lágrima. Le conté de algunos de los anteriores saltos y todo el tiempo que nunca podría recuperar. Como la muerte de mi abuela durante un salto de dos días o la ceremonia de fin de clases que me perdí durante un salto de una semana, el más largo hasta entonces; y otras cosas más. Ella pregunto detalles de los saltos mientras mi ansiedad crecía al pensar que un salto arruinara este momento tan perfecto. Ella hablo con amargura del tiempo que podríamos tener juntos hasta ese momento si no fuera por los saltos y tomo mi mano mientras sus palabras se perdían en la luz blanca. El toque de su mano solo duro un segundo, pero fue un segundo que recordaré para siempre. Un momento después, me encontraba sentado en una banca en el centro del pueblo de junto y me solté a llorar.
Regrese a casa en autobús. Iba preparado con un poco de dinero escondido en un bolsillo de mi pantalón a meditar si todo este asunto con Abby valdría la pena. ¿En verdad la sometería a esto? ¿Quería que toda nuestra relación fuera un día de estar juntos y tres meses perdidos en un salto temporal? ¿Valía la pena la pérdida de un día completo...? Que después me entere que era el tiempo que había durado el salto en esta ocasión ¿... por el solo hecho de tocar su mano un momento? El tiempo es cosa relativa, y no significaba mucho para mí, pero sabía apreciar los momentos. Si, perder un día valía la pena con tal de poder haber tocado su suave mano color ébano un momento.
Así, idee a un nuevo plan. Ahora no me tardaría, seria rápido y eficiente. Solo quería decirle que la amaba, sin importarme si después habría otro salto, solo decírselo frente a frente una vez. Acordé la cita a través de amistades en el jardín tras la iglesia, llegue decidió e implacable, aun así balbucee un poco antes de poder decirle lo que sentía. Sin embargo, el resultado ya es conocido.
No sabía qué hacer. Me sentía impotente, indefenso y golpeaba las paredes en mi enojo. Abby estaba destinada a no estar nunca en mi vida y eso solo me ponía más triste que nunca. Jale mi mochila húmeda para ocupar mi mente en otras cosas y ver que se había dañado, pero lo primero que encontré fue una carta que desafortunadamente se había mojado lo suficiente para hacerla casi ilegible, pero su otro contenido era muy descriptivo: La cinta azul que Abby llevaba en la frente ese maravilloso día frente al cine. Me relaje en la tina mientras una sonrisa curvaba mis labios y un par de lágrimas de felicidad se mezclaban con el agua de la tina. Tal vez las palabras estaban de más y las acciones decían suficientes, como la cinta y el único par de palabras comprensibles en la carta, "te amo" y su nombre completo "Alberta". Una nueva luz blanca se manifestaba en ese preciso momento, pero no me importó, me sentía tan feliz que no me percate que la luz blanca solo dio paso a la oscuridad.
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ill
Teen FictionLo normal no es lo normal para todos. Pasar por enfermedades crónicas siempre es un trance difícil ¿Pero qué pasa cuando esa enfermedad es muy poco común y te obliga no solo a replantear la visión de normalidad, sino a crear una completa nueva reali...