CAPÍTULO 1 (PARTE 2)

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 Ariza sabía la curiosidad que despertaba en su jefe. Era un hombre atractivo, con un largo cabello color café claro. Causaba furor entre las mujeres, pero se rumoreaba que nunca había tenia pareja.  Tanto él como su hermano. el agente federal Samuel De Luque, eran extremadamente conservadores y en sus vidas no había lugar para el libertinaje ni el vicio.

   Ariza apartó aquel pensamiento de la cabeza. Ella sabía cosas sobre él que los demás ignoraban. En los cinco años que llevaba trabajando con él en el Departamento de Homicidios del FBI, se le hacía un nudo en el pecho cada vez que Ruben se ocupaba de un caso de secuestro. Tenía un especial interés por la trata de personas, sobre todo si eran niños. En su trabajo era implacable e infatigable, y Joceline lo admiraba por ello entre otras muchas cualidades.

   Se preguntaba qué pensaba Ruben acerca de que hubiera concebido y criado a su hijo sin estar casada. Dylan era lo más bonito de su vida,pero no se sintió particularmente dichosa al descubrir que estaba embarazada. Le dijo a todo el mundo que el padre era un amigo militar que estaba de permiso y al que ella había consolado por una ruptura sentimental. Habían salido juntos unas cuantas veces de una manera puramente amistosa, hasta que una noche los dos bebieron más de la cuenta. Esa era la versión que Joceline contaba. Bastante alejada de la historia real.

   Ariza tenía muchas y buenas razones para abortar, pero se lo impidió el amor que sentía por aquel hombre, quien nunca supo nada de el niño, y en consecuencia se había visto obligada a guardar consigo un terrible secreto.

─¿Has descargado en mi notebook los archivos del caso para la comparecencia? ─la pregunta de Ruben, repetía con impaciencia, la arrancó de sus pensamientos.

─Lo siento... ¿Qué comparecencia? ─Ruben frunció el ceño.

─La comparecencia a la que me has dicho que iba a llegar tarde. El caso de secuestro del chico Rodríguez. Creía que era la semana que viene.

─Es la semana que viene ─le confirmó ella.

 Ruben sacudió la cabeza. ─Cinco minutos más oyendo hablar de peinados y creo que me habría tirado por la ventana.

─Estamos en el primer piso. ─Habría saltado por la ventana para salir corriendo ─aclaró él

─¿No fue eso lo que hizo el detective Alejandro Bravo cuando un ladrón le robo su portátil? ─recordó ella, riendo.

─Se lanzó desnudo en su persecución y lo denunciaron por exhibicionismo. ─Ariza sacudió la cabeza.

─Sigue siendo la burla del departamento de policía. ─Bravo será teniente algún día. Acuérdate de lo que te digo.

─Lo creo. ─El teléfono empezó a sonar y Ariza salió del despacho con una sonrisa.


   A la mañana siguiente, Ariza llegó al trabajo casi media hora tarde. Tenía ojeras y el rostro lleno de arrugas. Soló tenía veinticinco años, pero parecía mucho mayor. Dejó el bolso en el cajón y levantó la mirada cuando Ruben apareció en la puerta.

─Lo siento, señor ─se disculpó en voz baja y apagada─. Lo siento mucho.

   Estaba avergonzada, y con razón. Ariza no era una simple ayudante que se ocupara de llevar los cafés y atender llamadas. Era la mejor asistente jurídica que Ruben había conocido. Cumplía con su trabajo, nunca holgazaneaba y se quedaba a trabajar asta tarde si era necesario. No era una persona aficionada a las fiestas y las juergas, de modo que debía de haber un motivo más serio para que se hubiese quedado dormida.

─¿Qué ocurre, Ariza? ─se lo preguntó en un tono tan amable que ella tuvo que morderse el labio para contener las lágrimas.

─Problemas personales, señor ─respondió con voz ronca, y levantó una mano cuando él se dispuso a hablar─. No puedo... hablar de ello. Lo siento. En lo sucesivo me esforzaré por ser puntual.

Secretos Y Amenazas ... «R.D.G» (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora