-¡Alex! ¡Alex!
-Te he dicho más de mil veces que no me llames así.
-Eres muy malo Alex...
-¿Qué quieres?
-Date prisa. ¡Las clases están a punto de empezar!
-Ni siquiera estamos en el mismo nivel...
-Lo sé. Pero si no fuera por mí, estarías todo el día leyendo en la biblioteca y se te olvidaría asistir a clases.
-Puede -cierro el libro de anatomía humana que estaba leyendo y me levanto del sillón para seguir a James.
Hace 8 años que me trasladé al Orfanato Hammer. El día que llegué, William me llevó a una habitación con dos camas y me dijo que pasara la noche ahí para recuperar fuerzas. Al parecer, una de las camas estaba ocupada por un muchacho de unos nueve años, que despertó en cuanto me oyó entrar y no me dejó dormir en toda la noche, haciéndome preguntas estúpidas e incoherentes. Al día siguiente, William y James (mi nuevo compañero de cuarto) me enseñaron el edificio y sus normas.
-Oye Alex -pongo los ojos en blanco. Desde que le dije mi nombre, no ha parado de llamarme con ese diminutivo. Hace tanto tiempo que le digo que no me llame así, que ya me doy por vencido.
-¿Qué?
-¿Por qué siempre estas leyendo esos libros? No haces nada más que escribir en ese cuaderno tuyo, estudiar y comer los dulces de la despensa de la cocina.
-Punto uno: los dulces son tan importantes en mi vida como el respirar...
-Vaya tonterias dices. ¿Y si más tarde tienes caries...?
-Punto dos -le ignoro. James no es un mal tipo, pero tiene la irritante costumbre de interrumpir a la gente mientras habla-: ese cuaderno no tiene nada que ver contigo y no te interesa en absoluto lo que hay escrito en él.
-Pero...
-En ABSOLUTO. Punto tres: estudio todo el tiempo porqué yo sé que es lo que quiero hacer en un futuro. No como otros -lo último lo he remarcado, obviamente dirigido a James.
Él se detiene frente a mi y se pone una mano el pecho, haciéndose el ofendido.
-Eres muy malo Alex. Pero te perdono. Ya sé que no podrías vivir sin mí.
-Claro, eres muy necesario en mi vida -digo, sarcástico. Lo esquivo y sigo caminando hacia mi clase, oyendo como James me sigue.
Él tiene diecisiete años, dos más que yo, y es un completo desastre. Se supone que a los dieciocho, debes haber dejado el orfanato y tenido que ir a una universidad. En cambio, a James sólo le falta un año para largarse de este lugar y todavía no sabe que carrera escoger. También es un incordio y un condenado hiperactivo, nunca me deja tranquilo. Pero, algo bueno tiene:
Es guapo. No es que yo me fije demasiado en el físico de las personas, pero en definitiva, él es el típico chico el cual sería perseguido por todas las chicas para que las desvirgue. Es alto y con un buen cuerpo (supongo). Es rubio y tiene los ojos de un color entre azul y gris. Desde luego, me alegro de tenerlo como compañero de cuarto porque, cada San Valentín, las chicas de este establecimiento le regalan todo tipo de dulces y chocolates.
Y siempre me los regala. Supongo que otro carácter positivo suyo podría ser la amabilidad.Llegamos a la puerta de mi aula y, antes de que entrara, James me retiene del brazo y acerca su rostro al mío.
-Luego seguiremos con esta conversación, Alex -sus labios rozan los míos y, antes de que él pudiese hacer ningún movimiento, le doy un puñetazo en el vientre con mi mano libre. En seguida él se aparta y me mira con diversión en los ojos.

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Alexander
РазноеMe llamo Alexander, tengo veintitrés años y soy un asesino. Y ésta es mi historia.