Mientras que profundizo el corte alrededor del rostro del chico que está debajo de mí, con la otra mano comienzo a abrirle la camisa para dejar al descubierto su pecho. Tras algunos gritos y varios intentos para zafarse de mí, el chaval había caído inconsciente hace cinco minutos.
La historia de cómo he llegado a este punto es bastante divertida.
Todo empezó cuando salía de mis clases. Jane estaba esperándome afuera, como siempre. Y como siempre hace, me agarró del brazo y nos encaminamos al Burger de siempre. Ella estaba diciendo algo sobre un refugio para iguanas en peligro de extinción, o algo así. No podía importarme menos lo que estaba diciendo.
Desde que comencé a salir con ella (hace casi tres años, aproximadamente) no he asesinado a nadie. A NADIE. Este hecho ha causado que mis notas descendieran y que empezara a desarrollar síntomas de TDA.
Total, ella al ver que no le estaba haciendo ni caso comenzó a gritarme cosas como: "¡Siempre haces lo mismo!" "¿Acaso ya no me quieres?" "¿No podrías intentar ser un poco más amable?" Además, ha vuelto a agobiarme con eso de mudarme a su piso. Resultado: me he marchado del restaurante, he subido a un metro y no me he bajado de él hasta haber hecho cuarenta minutos de trayecto.
Al llegar a la estación, no tenía ni la más mínima idea de donde estaba, pero no podía darme más igual. Necesitaba, con toda mi alma, desahogarme con el primero que pasara delante de mí. Y ese "primero" resultó ser un chico alrededor de los diecisiete años.
Se notaba a leguas que era un adolescente que acababa de escaparse de casa, ya que cuando le dirigí la palabra comenzó a ponerse nervioso y a balbucear tonterías.
-¡E-Esto... he venido aquí a pasar la noche en casa de unos amigos! ¡No es que me haya escapado de mi casa ni nada por el estilo...!
Y ese era su nivel intelectual, amigos.
Tampoco quise adentrarme más en el asunto. Le pregunté si quería dar una vuelta conmigo por los alrededores de la ciudad, y el pobre ingenuo aceptó. Estuvimos caminando más de una hora; él comenzó a explicarme sus "traumas domésticos" mientras yo asentía con una sonrisa que intentaba que pareciese tranquilizadora.
Al llegar a un callejón lejos de cualquier movimiento urbanita, lo acorralé contra la pared, le clavé un puñetazo en el rostro para dejarle aturdido y me senté sobre él, para no dejarle escapatoria.
Obviamente comenzó a gritar, pero yo todavía estaba muy estresado por culpa de Jane y hacía algún tiempo que quería probar una cosa nueva.
Y ahora mismo me encuentro todavía sobre él, deslizando mi cuchillo por los contornos de su rostro.
Una vez acabo de reseguir su cara con el filo, me dedico a, literalmente, arrancarle la piel. Es la primera vez que hago esto y, cada vez que la piel se despega del músculo, un estremecimiento recorre todo mi ser. Es una sensación increíble. Sentir como poco a poco la carne se rompe bajo mis manos y como los músculos comienzan a hacerse visibles, hace que una enorme sonrisa se escape de mis labios sin poder evitarlo.
Cuando ya he extraído toda la piel contemplo, no sin cierta excitación, el rostro (o ex rostro) del muchacho. Él sigue inconsciente, pero la belleza que estoy admirando en estos momentos es sumamente increíble. La carne está al descubierto, los músculos destensados y de toda la cara comienza a brotar sangre lentamente, empapando el cabello rubio del chico.
Tras haber estado admirando con orgullo el resultado de mi experimento, bajo mi vista a su pecho que recientemente había dejado expuesto. Con el cuchillo, delineo florituras y formas sobre el torso, dejándome llevar por la sangre emergente de cada herida que creo.
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Alexander
RandomMe llamo Alexander, tengo veintitrés años y soy un asesino. Y ésta es mi historia.