Mara.

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Mara en multimedia.

Tres golpes secos contra la puerta.

-¿Quién es?-Preguntó Mara, aunque conocía la respuesta, al mismo tiempo que se movía frenéticamente.

-Venimos a por usted, señora-Contestó una voz grave.

-¿Por qué?-Indagó, apresurándose por ganar unos segundos más.

Tras un instante de silencio, el hombre contestó.

-Me temo que no estoy autorizado a desvelar tal información, señora-

-Oh, vaya. ¿Y a dónde me llevan?-Un minuto más y estaría lista.

-Tampoco puedo responder a esa pregunta, señora-

-Bueno, pues será mejor que pasen-Exclamó, mientras se acercaba a la puerta.

Se secó las palmas de las manos en el vestido de algodón antes de abrir.

Dos hombres pasaron a la sala.

-Señora, debe acompañarnos-Dijo el otro guardia, a la vez que se aproximaba a Mara.

-Por supuesto. Pero antes debo hacer algo-Contestó altiva, como solo podía serlo tras una vida dando órdenes.

-¿Qué?-Preguntó, desconfiado.

Mara avanzó, ignorando la pregunta, hasta el centro de la sala, una pista de baile. Rodeándola se encontraban distintos objetos; desde un collar de perlas hasta juguetes de niños.

Se arrodilló ante una caja de música y le dio cuerda. La melodía de un piano comenzó a sonar suavemente.

Mara se sacudió el vestido y empezó a bailar. Primero lento y luego rápidamente, aumentando la velocidad.

Las notas subían y bajaban, dibujando intrincadas líneas en el aire, y la mujer se movía con ellas.

Cuando comenzó a girar, el vestido, hinchado por el aire, reveló los tobillos finos, los pies descalzos y la piel blanca como la luna.

Los hombres asistían maravillados al espectáculo.

Por un momento olvidaron sus nombres, sus vidas y el motivo por el que estaban allí. Por un momento olvidaron quien era ella.

Los giros, los pasos, la sensación de se elevaba en el aire, desaparecieron lentamente, a la vez que la música descendía su ritmo.

-¿Puedo preguntarle algo?-El guardia susurró, temeroso de romper el hechizo que Mara había tejido en la habitación. Ella asintió-¿Qué son esas cosas?-Señalo el círculo de objetos que rodeaban a Mara.

Ella sonrió cálidamente. Y sus fríos ojos azules relampaguearon, desvelando una sombra de miedo.

-Mi vida-Contestó.

En ese momento la última nota de la canción sonó.

Mara cayó al suelo, con los ojos cerrados y el pelo oscuro enmarcando su delgada cara.

A su lado había un vial de veneno.

Vacío.

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