2.Una vida inmoral e inestable

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Con el tiempo, encontré un trabajo y un apartamento en un barrio bajo, una zona frecuentada por borrachos y prostitutas. Allí me enseñaron lo fácil que era conseguir dinero por medio de vender el cuerpo. Con su ayuda no tardé mucho en aprender todos los trucos. Pasé de ser una persona que quería caer bien a todo el mundo y vivir feliz, a ser alguien muy desgraciado y a quien todo el mundo utilizaba.

Quería cambiar, volver a casa y empezar de nuevo. Echaba de menos a mis padres y la vida que llevaba antes, así que ore a Jehová para que me ayudase. Lo más difícil fue abordar a mis padres y pedir su perdón. Me sentí agradecido de que fueran capaces de perdonarme.

Los ancianos cristianos se reunieron conmigo, y expresé mi deseo de volver a formar parte de la congregación. No fue fácil, no para ellos ni para mí. Tenía serios problemas, no solo con los efectos secundarios de las drogas que había consumido, sino también por el hecho de que había contraído una grave enfermedad venérea. Mi médico me dijo que si hubiese esperado tan solo un mes mas, habría muerto. ¡En cuántas complicaciones me había metido!

Algún tiempo después fui restablecido y hasta me casé con una joven de la congregación vecina. Las cosas iban mejorando. Sin embargo, todavía no apreciaba el amor de Jehová. Trataba de hacer las cosas por mi propia cuenta en lugar de apoyarme en Él para tener fuerzas.

Menos de dos años después, nos habíamos divorciado y fui expulsado de nuevo por inmoralidad. Me había enredado con unas personas mundanas. Al principio todo era bastante inocente, pero la advertencia bíblica siempre resulta acertada: "Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles". (1 Corintios 15:33)

ALGO PEOR QUE EL SIDA. #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora