3. Vuelvo a sumirme de lleno en la maldad

310 14 0
                                    

Pensé que si me trasladaba lejos, no haría tanto daño a mi familia. No tuve problemas en encontrar un trabajo y un lugar donde alojarme en San Francisco (California). Un traficante de drogas me ofreció el trabajo de distribuirlas. Además, yo formaba parte del selecto grupo de personas a quienes él daba la oportunidad de probar gratis todas la s últimas "drogas de moda". Ahora tenía una nueva clase de popularidad. Todos los que me conocían (y eran bastantes) sabían que tenía drogas. Me abordaban en las calles, en los bares y hasta en el trabajo, con la intención de comprarme algo.

Tampoco perdí tiempo en enredarme en la inmoralidad, pues para mí era una forma de sentirme pretendido. Y me pretendían mucho. Aprendí a valerme de las relaciones sexuales para aprovecharme de otras personas y conseguir lo que deseaba. Viví así durante años.

Recuerdo vividamente una ocasión en que tuve una fiebre muy alta y me quedé sumamente débil. El médico no sabía lo que tenía. Con el tiempo, se me pasó. Hasta tres años después no supe lo que había contraído.

Por aquel entonces también empecé a tener dificultades con los demonios, y en una ocasión hasta me atacaron. Noté como si un demonio tratase de entrar en mi cuerpo. Por más que me esforzaba, no podía pronunciar ninguna palabra. Lo intenté una y otra vez hasta que por fin pude gritar: "¡Ayúdame Jehová!". El demonio se fue inmediatamente.

¡Imaginense cómo me sentí! Estaba viviendo una vida crasamente inmoral y pensando solo en mí mismo, y, si embargo, tenía la desfachatez de pedir ayuda a Jehová. Qué avergonzado me sentí. ¿Por que debería suponer que Jehová me ayudaría? Me sumí en una profunda depresión. Puse mi vida en peligro deliberadamente pues deseaba que alguien me matase.

ALGO PEOR QUE EL SIDA. #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora