INTERIOR-NOCHE
¿Qué culpa tiene el hacha de tus alaridos?
A cierta chica le gustaba el campo, le gustaban las vaquitas, el gustaba la hierba mojada. A mí eso me enferma. Ella iba al campo con su familia, casi nunca los acompañaba. Su familia no me quería bien pero entonces lo ignoraba, lo supe después, cuando todo se jodió y ya daba igual una cosa u otra. Yo los quería mucho, sobre todo a su madre, era linda, con un hermoso cabello blanco y senos redonditos que deseaba chupar. Su hermana era linda a veces y estúpida siempre. Era una familia tipo: una madre abandonada, dos hermanos soñando con hacer dinero, una hermana que quería un trasero más grande y se pasaba horas en el gimnasio, un padre bebedor, arrogante y mujeriego que sólo aparecía de vez en cuando. A pesar de eso ellos lo amaban y él sabía sacarle partido a ese amor. Era gente que trataba de salir adelante y aunque yo no quería salir hacia ningún lado sino quedarme en sus ojos, en los serenos ojos de cierta chica, los quería, después de todo eran parte de ella.
Tenía dos perritas: Zeppelin y Floyd. En el fondo del patio la ayudaba a bañarlas y sacarles bichos. Soy excelente para dos cosas: sacar bichos y perder lo que amo. Su madre nos veía y parecía pensar que si hacíamos eso juntos nada iba a separarnos. Sin embargo fue eso lo que nos separó: un bicho, uno oscuro, tamaño familiar, fofo, llorón, chupamoco. Las perritas eran lindas: Floyd, más bien nerviosa y escurridiza, Zeppelin melosa y brava, una noche la vi cazar una rata enorme.
Una vez fuimos al mar, no a la zona turística sino a un pueblo de pescadores. Ella nada bien. Yo, como en todas las cosas, me las arreglo. No es que sepa hacer algo pero tengo mi propia forma de no saber hacerlo, un estilo inconfundible que convierte en arte la torpeza: eso es suficiente a menos que te topes con un experto. Por fortuna para mí el mundo está repleto de gente insatisfecha y nimia, gente que sólo puede señalar lo que está mal en algo que se ve mal, así que es poco probable que vaya a toparme con un experto. Por si no lo sabes, un experto es esa clase de gente que puede descubrir lo que está mal en algo que se ve muy bien y goza descubriéndolo. Esa vez me divertí como nunca: tumbados en la arena. Retozando en el agua. Jugando con una pelota. Tratando de hacerlo tras unos matorrales. Sentado en una roca mirándola jugar con las olas. No sé cómo ignoré entonces que ella era la mejor cosa que nunca tendría.
Su piel es blanca pero el sol la oscurece un poco y se ve preciosa. Cuando se está así todo es apropiado, el mundo gira sobre tu mano y aunque no es nada, brilla. Ella tiembla cuando la rozas, te entrega todo, aun lo que guardaba para el mal tiempo. Una dulce y sensible criatura de Dios. Eres su héroe y no tienes que esforzarte para ser bueno y confiado. Los pescadores miran a tu chica y aunque te molesta un poco puedes entenderlos: ella es un regalo para los ojos y tu eres el dueño, puedes besarla y hacerle el amor cuando se te antoje, eres el primer y único hombre de su vida, el jardinero que cortó esa flor, la cortaste con ternura, no hubo dolor, fue lento y placentero como chupar una pastilla de menta. Los pescadores la miran como si fuera una estrella, ellos no pueden cortar flores tan suaves, ellos comen hierba como los burros. Si tuvieran flores así las destrozarían porque la ansiedad los quema, en cambio tú no tienes prisa. ¿Para qué? Ella es tuya para siempre.
Y un día todo acaba, ella dice jamás y es en serio. Te enloqueces tratando de abrir la puerta que abriste mil veces. Eres para ella menos que un mojón en la carretera. Un domingo la encuentras en ese pueblo de pescadores con un bicho que la apercolla. El bicho es gordo, exento de gracia y humor, es apenas una babosa flotante. Ella lo mira y no hay amor en sus ojos, al bicho eso no le importa, está acostumbrado a comer sobras. Es quien la tiene ahora y de nada te sirve ser mejor. Si no la tienes a ella quién va a creer que eres mejor, y como dijiste: los expertos no abundan. Y allí vas, entre los pescadores, observando a la bella chica y el feo bicho. Los pescadores parecen encantados, el bicho tiene mucho en común con ellos, los hace pensar que ellos pueden cortar flores así, que no están condenados a la hierba como les hiciste creer. La hostilidad te ronda y optas por salir con el rabo entre las piernas, tú que podrías partir a ese bicho en tres pedazos iguales y enviárselo a su madre en papel celofán. Pero nada va a traerla contigo y ya jodiste bastante.
Pensabas que con el tiempo iba a cansarse, que él no podía llenar los espacios abiertos por ti, que no tenía talento para darle risa y dolor. Durante un tiempo anduviste seduciendo tipas para enseñarle lo que valías pero no hubo respuesta. A ella le gustan el cine, el teatro, la lectura, ella sueña con ser actriz y ese subnormal no tiene idea de eso. Pasan los días y el bicho no se desprende. Una tarde encuentras a su mejor amiga en un anticuario y te cuenta que cierta chica y su bicho son felices y van a casarse, que el subnormal ha aprendido mucho de cine y ya está escribiendo sus primero poemas, que juntos han logrado sacarles todos los bichos a las perritas, que él lo hace con destreza, sin arrancarles el pelo, y tanto Floyd como Zeppelin lo adoran. ¿Piensas que esa vejiga de cerdo es mejor que yo? Ella dice que soy cien mil veces mejor en cualquier sentido pero que él es suave y fiel. Tal vez sea feo pero la quiere y la cuida. Salimos del anticuario y nos detenemos en una esquina. Y yo que soy, ¿un ogro? Ella se ríe. Eres fuerte y engreído, por eso me gustas. Así que voy a un bar y luego a un motel con su mejor amiga.
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Érase una vez el amor pero tuve que matarlo.
Teen FictionEnvolverá tu infernal y realista vida.