Una cáscara vacía

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Kraska solo continuó sorbiendo los restos de su desayuno durante un largo rato. El sabor podría describirse solo con un "ligeramente salado". Eso era todo. No había ninguna otra sensación en sus papilas que no pudiera conseguirse con agua y un poco de sal. Él no protestó cuando recibió esto de manos de Yeri. Kraska no lo sabía, pero Fersa había salido un poco antes. La habitación en la que estaban tenía una mejor apariencia que el cuarto de los niños, pero no era demasiado grande. Pequeñas bolsas plásticas que colgaban en en estantes contenían los manjares que habían consumido hace poco. El piso de vez en cuando deja escapar algún sonido de la propiedad sobre la que edificaba esta.


Kraska no tardó demasiado en ingerir sus nutrientes y acompañó a Yeri fuera de ese lugar por la ventana más cercana. Se dejó caer sobre una endeble plataforma sostenida entre dos casas. Un olor nauseabundo ocupaba todo el lugar y, apenas cayeron sobre la superficie plástica, fueron capaces de oír y ver como un montón de basura revelaba lo que parecía ser una mujer de no más de 30 años. Yeri vió a la vagabunda que extendió un brazo suplicando como tantas otras veces había visto.

—¿Te quedó algo?— Su brazo se tambaleaba con miedo a la negativa. Y, sin embargo, sus sucio rostro tiznado de polvo era recorrido por dos surcos paralelos que surgían de sus ojos. Ella estaba feliz porque había encontrado a una proveedora luego de haber permanecido esperando durante varios días, sin permitirse gastar sus míseros y últimos ahorros solo para tomar una recarga más.

Yeri solo pudo mantener la boca cerrada mientras deseaba tapar unos ojos que solos desbordaban lastima. Buscó en su bolsillo rezando por tener algún sobrante. Kraska se mantuvo inmutable, sabiendo que aquello no le debía de concernir a él. Yeri solo fue capaz notar el como un agujero nuevo se habría en su bolsillo luego de que alguno de sus sobrantes caían. Algunos gastados, otros inocuos, uno incluso experimental. Todos cayeron frente a la mujer, la cual no tardó en lanzarse sobre ellos. Tomó uno y comenzó a introducirlo violentamente entre su enmarañado cabello. Kraska no hizo más que seguir viendo, tratando de creer con todas sus fuerzas en que aquello solo era un mal sueño. Yeri solo veía un escena que había visto representada hasta el cansancio por más personas de las que querría admitir.

La mujer actuaba sin un ápice de cordura, balbuceando tonterías sin sentido, golpeando su cabeza contra los trastornadores que había sobre el suelo. El suelo empezaba a mancharse de un tono oscuro de rojo mientras ambos salían en silencio, manteniendo cierto respeto por el futuro cadáver.

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Kraska no preguntó nada en ese momento, lo cual calmó y extrañó un poco a Yeri. Sin embargo, él no tenía planeado dejarlo pasar. Solo lo soltaría en otro momento, pero trataría de hacerlo cuando lo creyera más conveniente.

Las pasarelas iban pasando por sobre sus cabezas. Ellos subían y bajaban cada pocos metros y mientras tanto la ciudad se encontraba extremadamente callada. Unos pocos ecos que solo podían provenir de unas largas jornadas laborales apenas podían ser oídos. Junto con ellos también era posible escuchar el lento pero constante y uniforme ritmo del millar de aspas que ventilaba toda la grieta.

Kraska y Yeri recorrieron un largo camino sin demasiadas interrupciones, solo deteniéndose para tratar de esquivar con mayor o menor grado de éxito los refugios de los adictos más terminales. Las precarias edificaciones erigidas a partir de planchas de metal y grandes extensiones de plástico, era todo lo que podían observar.

Al cabo de un tiempo, llegaron a un pequeño galpón ubicado varios metros por encima de ellos. Había una gran cantidad de bolsas de basura llenas hasta el tope de bolsas de suero vacías frente a su puerta. Yeri subió por una endeble escalera de sogas plásticas y entró al enorme monoambiente. Kraska fue detrás de ella sin tardar lo más mínimo.

Dentro una intensa luz azulada alumbraba tres escritorios rebosantes de complementos electrónicos. Una pequeña figura encapuchada estaba reclinada frente a una pantalla sorbiendo el contenido de lo que parece ser un tubo lleno de agua y clavos oxidados. Sus brazos estaban enfundados por un par de guantes hechos con retazos de piezas rotas provenientes de maquinaria obsoleta ya hace tiempo. Un gran montón de chatarra que parecía ser una máquina, se movía describiendo un patrón corto y repetitivo, expulsando tabletas minúsculas a una pila creciente de las mismas.

La llegada de ambos causó que el encapuchado se girara hacia los recién llegados. No se sorprendió de encontrar a Yeri allí, él ya estaba informado. Su sorpresa fue debido a encontrar a Kraska. Alzó un guante y apuntó al nuevo. Con una voz ronca hasta el límite de lo humanamente posible, dijo:

—¿Quién eres?

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La mismísima negrura del universo no podría siquiera acercarse a la oscuridad de aquel lugar. Fuera de toda bendición, alejado de toda fuente de luz, una voz sonaba usando el clamor de un millar de lamentos. Un monstruo de inenarrable antigüedad esperaba apartado de la voz de su maestro. Algo flotaba debajo de la oprimente presencia, algo existía allí. Algo trataba desesperadamente de vivir allí. Algo nuevo debía salir de allí.

El muñeco que había allí, cada vez tomaba más y más forma. No debía medir más de 30 centímetros y estaba hecho de una tela vieja, descolorida y sucia. Dos ojos asimétricos hechos de botones negros, iban acompañados de unas costuras hechas con una lana de un color indeterminado en la zona de su boca. Tres alfileres habían sido clavados en sus brazos y su pecho, respectivamente.

—Casi está listo— corearon los condenados.  

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⏰ Última actualización: May 27, 2016 ⏰

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