Un rascacielos sobre el abismo

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Kraska miró a la joven un segundo y luego le respondió con total sinceridad.

–Mi nombre es Kraska y estoy perdido sabes. – Le dio una sonrisa para parecer lo más inofensivo posible. Pensó que quizá la situación no era tan normal para ella.

–Está bien, ¿quieres que te lleve?– Yeri supuso la situación de inmediato. Era obvio que el chico se había ido la noche anterior a festejar con algunos amigos, y estos, seguro lo habían olvidado. – ¿No quieres llamar a alguien?

Ella se maldijo por lo bajo. Yeri estaba algo nerviosa. Ese tal Kraska seguro tenía algo de dinero, a juzgar por el traje térmico. Era la única razón por la cual pudiera soportar el calor así. Lo único que necesitaba es hacerlo subir y entonces él sería desvalijado. El estar apenas recompuesto tampoco lo ayudaría. Todos conocían los trastornadores, chips intracapilares ilegales que toqueteaban el sistema nervioso un poco demasiado drásticamente.

–No, gracias. – Le respondió Kraska ajeno al peligro. – Sin embargo, aceptaré la primera oferta.

Tratando de no demostrar el ligero alivio que sentía por la equivocación que Kraska no había visto, ella se metía dentro del vehículo y se corría hacía un costado dentro del deslizador. Kraska entró detrás de ella y Yeri detectó algo que le llamó la atención y encendió su alarma. Las zapatillas de aquel chico de no más de 20 años estaban prácticamente destruidas. Tajos profundos que iban de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Yeri comenzó a pensar que el chico tal vez no era tan pudiente como podría haber supuesto. Tal vez en el peor de los casos, sería otro ladrón


Kraska por su lado estaba tranquilo con la situación. Ignoraba los planes de esa chica y en realidad estaba muy cansado y necesitado como para ser paranoico con ella. Tan solo se metió dentro de la lisa esfera plateada que era el vehículo y observó su interior con curiosidad.

El interior era gris claro por completo y dentro de él había dos asientos que al menos aparentaban comodidad. Kraska se dejó caer en el que estaba libre, mientras la abertura se cerraba y el deslizador se elevaba por sobre las dunas.

Yeri se dispuso a cerrar los ojos al mismo tiempo que las imágenes fluían por su mente, mostrándole el exterior del vehículo en todas las direcciones simultáneamente. Yeri captó una corriente magnética invisible al ojo humano y se dejó llevar por la atracción del emisor de la ciudad.

Ella volvió a abrir los ojos mientras el último atisbo de atardecer se escondía por el horizonte. Miro a su derecha esperando ver a Kraska, pero este estaba dormido en su asiento. Yeri dio un suspiro más tranquila y se dispuso a su cometido. Trató de hurgar entre la ropa de Kraska y revisó cada bolsillo. No consiguió encontrar nada útil o valioso ni en sus pantalones ni en su campera, pero encontró algo brillante saliendo de su destrozado calzado. El objeto en cuestión estaba hecho de oro sin duda, pero su función era incierta. Un montón de números se ubicaban dentro de un círculo de vidrio, mientras dos palillos carentes de simetría mutua giraban en su interior.

Lo tomó con cautela y se lo guardo un poco decepcionada. El secuestro no era una opción viable y dudaba conseguir una transferencia de fondos que fuera segura o siquiera exitosa. Ella se encogió de hombros y tomo el control del deslizador una vez más.

La ciudad se alzaba entre el cielo y la tierra y perforaba muy profundo a ambos. Ciertamente la ciudad emitía una aura verdosa que iluminaba los rascacielos que flotaban por sobre una enorme grieta que se extendía varios kilómetros en descenso. Un enorme lago rodeaba la ciudad que se extendía por todo el eje vertical. Los diversos edificios se sostenían por medio de plataformas electromagnéticas que se suspendían unas sobre otras separadas por varios metros llenos de la clase alta de la ciudad. A pesar que desde la distancia, no era posible verlo, una gran e impresionante caverna se ocultaba en la grieta y dentro de ella, miles de personas vivían entre los recovecos, amontonadas en pequeñas habitaciones compartidas hasta por tres familias a la vez.

La ciudad era conocida como El Cairo y albergaba la mayor parte de la población de Egipto. Yeri ya no pensaba en que tenía a Kraska en el otro asiento, y solo maldecía por lo bajo a las personas que vivían sobre sus cabezas y hacían la vida más miserable a los que estaban por debajo de ellos.

Mientras descendía varios niveles tomando las precauciones necesarias, para no llamar la atención de nadie demasiado peligroso. Dejó el control del deslizador poco antes de llegar al galpón que ya tenía preparado para albergar a su reciente adquisición.

– ¿Ya es hora de bajar? – pregunto Kraska quien había dejado el sueño hace pocos minutos, pero ya estaba listo para seguir adquiriendo datos para entender mejor su situación.

–Ahhh... si Kraska. – Estaba preocupada por no haberse dado cuenta de su presencia, pero estaba tranquilo con respecto a él. – ¿Tienes donde quedarte?

–La verdad es que no. ¿Me permitirías quedarme aquí, en tu casa o en algún lado? – dijo él con una sonrisa suplicante.

Ella lo miró meditando esa posibilidad. No era demasiado trabajo y tampoco quería preguntarle algo muy personal a Kraska. Todos entendían lo que era tener problemas y él no tenía ninguna forma de perjudicarla de algún modo. Además no parecía tener otra opción. Sin embargo, no lo dejaría en aquel galpón solo. Que fuera algo solidaría no la hacía estúpida.

–Claro. Hay un lugar al que te puedo llevar. – Respondió Yeri finalmente, mientras la compuerta se abría para dejarlos salir.

Un ser extraño ser dormitaba en un mundo lleno de enormes sombras que apenas se mecían con el vaivén de una brisa inexistente en aquel lugar. Una voz carente de propietario susurraba cosas sin sentido en un lenguaje ya olvidado. Múltiples ideas cada una más aborrecible que la anterior.

Aquel que soñaba tenía la forma de un gastado muñeco hecho con una tela antigua y desteñida, llena de parches e hilos sueltos. Cada tanto un alfiler negro surgía de ninguna parte y se clavaba en su cuerpo. La voz murmuraba cánticos antiguos y confiaba en que surtían efecto.

Con la voz de miles de condenados, él dijo solo 3 palabras.

–Busca a Kraska.


El miedo en tu menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora