Capítulo 1.

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Ella no esperaba encontrarse con él el primer día de clases, y menos aún pensaba que iban a acabar en la misma clase, respirando el mismo aire. Ella estaba enamorada de él desde la primera vez que puso un pie en esa escuela y lo vio. Tan guapo, tan perfecto, tan increíble. Nunca había visto unos ojos como los suyos, ni una sonrisa como la suya, pícara, pero perfecta. Ni una piel a la que le sentaran tan bien unos tatuajes. Le parecía un ángel, pero, ¿Lo era?

Estaba nerviosa. Vaya si lo estaba, y no era para menos. Era el primer día de clases, el más temido de todos para mí. Era el día en que descubrías si te habían tocado simpáticos compañeros, si los profesores eran agradables, si tendrías la suerte de no tener clase de matemáticas un lunes a primera hora, si los chicos de tu clase estaban buenos... En fin, lo normal.

Por otra parte, el primer día de clase era el mejor. Normalmente, y a menos que fueras un extraterrestre antisocial conseguías conocer algunas personas de las que te acababas haciendo amiga, o al menos con las que te llevabas bien durante el curso. Con personas que te sonreían y te saludaban por las mañanas y que te deseaban un buen fin de semana y que te felicitaban por tu cumpleaños, en persona y en Facebook, para quedar bien. Era probable que a esas personas no las volvieras a ver en tu vida, porque en realidad la mayoría no eran amigos, sino que solamente eran compañeros de clase.

Mientras esperaba a Savannah para ir a clase, revisé si tenía todo lo necesario en mi bolso. Llaves de casa para poder abrir al volver, un cuaderno y algún boli para apuntar el horario, una manzana para comer si tenía hambre y una cartera, con dinero para pagar el bus.

-¡Buenos días!-Sonrió Savannah al acercarse a mí.

Miré el reloj. Eran las 7:35, faltaban unos cinco minutos para que llegara el bus.

-Buenos días.-Sonreí.-¿Que haces aquí tan pronto? Faltan cinco minutos para que llegue el bus.-Reí.

No es que fuera pronto, pero conocía a mi amiga. Era de esas personas que se solían quedar pegadas a las sábanas por las mañanas y que por eso siempre llegaba justa de tiempo a clase o a algún otro lugar. En cambio, yo era todo lo contrario. Me levantaba pronto, lo más pronto posible y así me sobraba tiempo para ducharme, vestirme y desayunar. Siempre iba diez minutos antes de hora a la parada de autobús. Así estaba segura de que no lo iba a perder.

-No quería llegar tarde el primer día.-Rió.-¿Estás nerviosa?

-Un poco. ¿Tú no? Quiero saber con quién me voy a sentar, que horario vamos a tener, quienes van a ser nuestros profesores...-Suspiré.

-Sí, también. Pero me conformo con que Dustin Clark no se siente a mi lado y que Mr. Babas no sea nuestro profesor de geografía.-Rió y reí con ella.

Mr. Babas no se llamaba así en realidad, pero le apodamos con ese mote porque a veces escupía al hablar. ¡Que asco me daba! No podía concentrarme en sus clases porque tenía miedo que algunas de sus babas aterrizaran en mi estuche o en mi cuaderno, o aún peor, en mi mano. Pero se ve que yo había sido muy buena con el mundo, y que el karma no tenía nada que devolverme, porque no llegué a recibir ni un escupitajo de aquel hombre. Y fui feliz por ello.

-Oh... ¿Así que no quieres nada con Dustin?-Reí, sabiendo que la respuesta sería un ''no''.

-¿Con ese saco de saliva andante? Emm.. No.-Rió.

Dustin era uno de los chicos populares de la escuela. Capitán del equipo de fútbol, rubio, ojos claros, es decir, el prototipo de chico perfecto que salía en las novelas de romance adolescente. Aquel chico tan perfecto, por el que chicas, profesoras, chicos, caballos, gatos... Es decir, todo el mundo, estaba colado por él. Mientras que él solo tenía ojos por la protagonista, que estaba secretamente enamorada de él y claro, tenían un happy ending de esos tan bonitos y que a veces hacían que se te cayera una lagrimita.

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