Capítulo 3.

557 34 0
                                    

Ella no dejaba de pensar en él, sus ojos estaban grabados en su mente como un tatuaje se grababa en la piel. Seguía pensando que él era perfecto, sabía sin saber como era en realidad. Ella no sabía que su corazón también era gélido y que básicamente le era imposible amar a alguien, no sabía como hacerlo. Pero ella tampoco sabía que tenía la llave para abrir ese duro y gélido corazón. 

-¡Vamos Hill! ¡Corre más deprisa!-Gritó el profesor de gimnasia.

Como si pudiera... Estaba acostumbrada a correr siempre a mi propio ritmo, y eso de hacer sprints durante la hora de gimnasia me tenía agotada. Aun así, prefería mil veces hacer sprints que jugar a básquet. No me gustaba nada ese deporte. Creo que básicamente era porque las pelotas de básquet tenían un imán que les unía a mi cabeza o algo. Sí, había recibido muchos golpes por parte de las pelotas de básquet. Así que mi cabeza y yo habíamos pactado que nunca, nunca más volvería a jugar a básquet. Así me evitaría visitas a la enfermería y dolores de cabeza innecesarios.

En cambio Dean, parecía estar encantado jugando al básquet. Se le daba de maravilla y era el mejor de la clase. Lo hacía con cierta rábia, eso sí. A veces parecía furioso y me daba la sensación de que haría explotar el balón de básquet. Pero se le notaba en la cara que le gustaba. 

Y para que mentir, a mí me gustaba verle.

Ver como algunas gotas de sudor caían por su frente después de haber jugado una media hora, como se pasaba la mano por el pelo para peinarlo un poco después de que la velocidad lo despeinara y ver como se marcaban los músculos de sus brazos al hacer botar la pelota, eran tres de las mejores cosas que podía ver. De vez en cuando, también tenía el placer de escuchar su voz, gritando a algún compañero de su equipo.

Y algo que también me encantaba de él, eran sus tatuajes. Sí, podría quedarme horas y horas y más horas mirando como aquellos perfectos tatuajes marcaban la perfecta piel de aquel perfecto ser. Siempre me habían gustado los chicos con tatuajes, y Dean era el mejor de todos los que había conocido. O al menos, nunca ninguno de ellos me había hecho sentir lo mismo. Nunca me había quedado embobada mirando el cuerpo de un chico durante tanto tiempo.

Tanto, y tan concentrada estaba en él, que casi ni me di cuenta de que la pelota de básquet venía directa hacia mí. Pero si que me di cuenta cuando golpeó mi frente, con fuerza.

Todo el mundo me miró. Y sentí más vergüenza que dolor. No me gustaba sentir más de dos pares de ojos encima, así que sentir que toda la clase (profesor incluido) me hizo sentir ganar de hacer un agujero en el suelo de cemento y esconderme debajo. Bien en el fondo. Donde no me pudiera ver nadie. 

-¡Hill! ¿Estás bien?-Gritó el profesor.

-Eh... Sí.

Pero no sabía si o estaba. Sentía como mi frente palpitaba por el dolor. Seguramente se me hincharía... Ya me imagino la reacción de mi madre al verme con tal cosa en mi frente. ''¡Dios mío Audrey! ¿Que es eso? ¡Vamos, al médico!'' . Bueno, eso solo sería en el caso de que mis padres estuvieran en casa, cosa que tampoco era muy probable.

El profesor me miró, pensando sobre lo que debería hacer. Pero cuando aparté mi mano de mi frente y él vio el golpe, lo tuvo claro.

-Hayes, acompañala a la enfermería.

-¿Por que yo?-Preguntó Dean, fastidiado.

-Porque eres el responsable. 

Le oí resoplar, pero al final empezó a caminar hacia la enfermería, sin intenciones de esperarme. 

Yo caminaba lento. Aún sentía como palpitaba mi frente por el dolor y también me empezaba a sentir algo mareada. Y me dolía la cabeza. Lo que me faltaba... Probablemente me saldría un chichón, de esos grandes y horribles que te hacen parecer un unicornio. Yo no quería eso en mi cabeza. Puto Dean. Podría haber dado en la canasta, o en la pared o en el suelo o en su propia cara. Pero no... Claramente me tenía que dar a mí. Putos balones de básquet, siempre terminaban en mi cara de una forma o otra.

BADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora