Capítulo 5

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Ella pensaba en él todo el tiempo. No en el modo en el que te obsesionas de alguien, pero siempre que escuchaba un ''te quiero'' o algo relacionado con amar a alguien, él no dejaba de aparecer en su mente, haciendo que su pulso aumentara al pensar en sus ojos, en él en general. Ella quería pasar tiempo con él, poder conocerle mejor y abrazarle y besarle y amarle cuando él lo necesitara.

A pesar de estar a finales de setiembre, el sol aún era terriblemente abrasador en algunas horas del día. Como ahora mismo. Probablemente eran cerca de las 12, y el sol era inaguantable. Hacía un calor horroroso, y ni estando dentro de la piscina, siendo rodeada por agua fresca, podías librarte de ese calor. La gente no dejaba de salir y entrar en el agua, beber agua, ni de estar debajo de las duchas. Todos querían apagar el sol por un rato, aunque sabían que eso no se podía hacer. 

Savannah estaba tomando el sol, tumbada en una de las tumbonas de la piscina pública en la que habíamos decidido pasar el día para intentar aguantar ese calor. Estaba completamente relajada, con los auriculares conectados y un granizado de limón en su mano derecha. A ella parecía no afectarle el calor. Se la veía tan bien, que nadie hubiera dicho que había unas temperaturas tan altas.

En cambio, yo, llevaba un rato en la piscina, intentando bajar mi cuerpo de temperatura. Aunque a ese paso, iba a terminar el agua hirviendo. Mi piel estaba empezando a volverse de un color rojizo, y estaba segura de que al final del día, iba a parecerme a algún cangrejo.

Así que, cuando vi que Savannah no tenía ninguna intención de dejar de tomar el sol, decidí salir e ir en busca de algo frío para beber. Le robé la toalla a Savannah, la suya, de topos blancos y negros, me gustaba más que la mía, que era de diferentes tonos de verde. Además, la suya combinaba mejor con mi bikini.

Incluso en la sombra, el calor era capaz de abrasar a cualquiera. Todas las mesas del bar estaban llenas. Los niños comían polos, intentando refrescarse y los mayores intentaban conseguir un poco de aire fresco, aunque en aquellos instantes, todo lo que había era un aire extremadamente caliente. ¿Dónde está el frío cuando realmente se necesita?

-Hola, ¿Que vas a tomar?-Preguntó una chica rubia de pelo rizado, de detrás de la barra. Me sonrió y después frunció un poco el ceño.-Espera, tú vas a mi clase, ¿Verdad?

Tuve que pensar un poco. Sabía que había visto su cara en alguna parte, pero no recordaba exactamente donde. Y después de poner mi cerebro acalorado en marcha, me acordé de que era una de las chicas que se sentaba en el fondo de la clase.

-Sí.-Sonreí.

Ella sonrió satisfecha.

-Me llamo Taylor, tú... ¿Adrianna?

-No.

-Espera... ¿Bree?

-Bueno, casi.-Reí.

-¿Aubree?

-Casi...-Reí. Parecía simpática, y me hacía gracia ver como se concentraba para intentar adivinar mi nombre.

-¡Audrey!

-¡Sí!-Reí y ella rió también.-Pensaba que no acertaría jamás...-Rió otra vez.-Entonces, ¿Que vas a tomar, Audrey?

-Creo que un granizado de fresa.-Sonreí.

-Perfecto, granizado de fresa marchando para Audrey.-Rió-Lo siento, pero ahora que me he aprendido tu nombre, no voy a dejar de repetirlo.

Reí y miré como se marchaba para llenar un vaso de granizado.

Savannah seguía en el sol, solo que ahora se había dado la vuelta. Y yo seguía sin entender como podía soportar ese calor. Tenía miedo de darme la vuelta y encontrarla derretida, o completamente roja, o con una insolación. No la entendía, y a juzgar por las caras de la gente que pasaba por su lado, tampoco la entendían.

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