Capítulo 5

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********************Verónica******************

Tres meses pasaron como se pasa un día. Fuimos entonces inseparables. Eras la pieza que completaba toda mi vida, eras perfecto, eras el sueño, eras real.

Se pasaban las horas y seguíamos juntos. Después de tu trabajo, mi casa. Después de las películas, los juegos con Nacho. Ya mi casa era tu casa, como si siempre hubiera sido de esa manera. Viendo hacia atrás en el tiempo no alcanzo a comprender cómo pudimos pensar que era natural. En mi dolida soledad, eras el remedio más oportuno. En tu apacible soledad, yo fui llenando cada espacio. Claro que en ese entonces no lo sabía. Creía que jugabas. Yo jugaba. Jugaba a estar enamorada de nuevo, jugaba a quererte y a entregarme. Jugaba a que juntos éramos perfectos.

Había empezado ese año el profesorado de Lengua y Literatura. Limitada por mis ataques de pánico, o fobia social, o lo que fuera que haya sido ese estado que me detenía varias veces al día, cursaba mi primer año en una carrera que me gustaba. Llegaba a casa y ahí estabas, con la comida lista. Después llegaban mis viejos a traer a Nacho, porque eran ellos quienes lo cuidaban para que yo pudiera cursar. Compartíamos todo, y todo era un juego, y era verdad. Yo lo hablaba en terapia cada miércoles, y Sergio me escuchaba siempre, y no decía mucho. Sergio solo repetía la palabra "juego" cada vez que yo la decía, como si fuera un eco, como si quisiera explicarme algo repitiendo eso. Y evidentemente, Sergio veía que yo jugaba.

El problema de los juegos de mi mente, es que tenían fecha de caducidad. Pasado algún tiempo, podía enterarme de que todo había sido una ilusión, y entonces lo construido hasta ahí se desmoronaba como un castillito de arena sumergido por causa de las primeras olas. Increíble sensación mientras duraba, frialdad completa cuando desaparecía. Eso generaban en mí las ilusiones. Y pasados tres meses, las olas llegaron, y todo cayó.

Fue esa noche, ¿te acordás? La noche en la que lloraste. La que, no sé por qué motivos, me lo dijiste. Me lo dijiste, y entonces lo arruinaste.

-Quiero darte algo...

-¿Qué? ¿Ahora? Me estoy durmiendo, Nico. Mañana me lo das.

-Pero es algo importante...

-¿Qué cosa? Bueno, dale. ¿Qué pasa?

-Vero, quiero darte mi corazón.

-¿Qué? Vos me estás cargando, esas cosas no se dan.

-Sí, yo te doy ahora mi corazón.

-¿Estás llorando? Nico, el Fernet te cayó mal, durmamos.

-Estoy llorando, porque puedo darme cuenta...

-¿De qué? Darte cuenta te hace llorar, vos no estás bien.

-Me doy cuenta de que te amo, Vero.

-No, a vos te cayó mal el Fernet. Dale. Mañana hablamos.

-¿Vos me amás?

-Sí, claro que te amo. Dormí Nico, me duermo.

******************Nicolas********************

Habías sido perfecta. Eras todo lo que necesitaba para ser feliz. Y sí, tenía que decírtelo. Tres meses y eras todo. Tres meses y ya no imaginaba una vida sin tenerte ahí, con tus locuras, con tus conversaciones filosóficas que yo ni siquiera entendía, pero eran tuyas, con Nacho y sus autitos y los juegos, y la plaza. Amaba todo de vos. Esos mates amargos que cebabas y el tercero ya estaba intomable. Esa torpeza con la que te llevabas todo por delante. Tus gritos por teléfono, tus noches enteras llorando en el pasillo sin darme explicación, tu mal humor, tu buen humor. Tus risas y tus enojos. Tu ruido. Tu ir y venir y abrazarme y decirme que estabas feliz, que todo era perfecto. La sinceridad con la que me decías todo lo que pensabas. La falsedad con la que ocultabas todo lo que sentías. Ese espacio vacío entre vos y yo, donde solo quería llegar y ser parte, ser todo. En tu vida quería serlo todo, quería ser lo que vos eras en la mía.

Mi Eterna Contradicción #CNWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora