Prueba de caballería

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En el campo, mis compañeros no soportaban sus resacas. Solo veía que corrían con mucha dificultad y mentalmente agradecí que no me gustara ni un poco la bebida.

–¡Muévanse, señoritas!– gritaba el sargento. Yo ponía los ojos en blanco cada vez que los llamaba "señoritas" o "niñitas" para hacerlos sentir débiles. Si en ese momento hubiera sabido que quien encabezaba el grupo era una chica seguramente le habría dado un paro cardiaco– ¡van tan lento que Smith ya los rebasó!

Se refería a mí. Giré la cabeza para dirigirle una mirada asesina. Lástima que él no estaba viendo en mi dirección, hubiera sido gracioso. Pero mientras estaba ocupada tratando de matar al sargento con mis ojos que no me fijé que los demás superiores iban en su dirección, tropecé con cierto Mayor con el que no había tenido un buen comienzo.

–¡Quítate de encima, cabo idiota!– gritó haciéndome a un lado, mis compañeros empezaron a reírse a lo lejos, el sargento les ordenó callarse inmediatamente. El Mayor se puso de pie, yo levanté la mirada y a un lado estaba James queriendo contener su risa, sentí mi cara hervir por la vergüenza.

–¡Hagan filas!– gritó el sargento. Cumplimos la orden lo más rápido que pudimos.

Los superiores se paseaban delante de nosotros, como queriéndonos examinar. Luego James habló en voz alta.

–Como sabrán, pronto han de terminar su entrenamiento. Es hora de que les asignemos un lugar a cada quien– mientras decía eso nuestras miradas se cruzaron, recordé lo que había dicho la noche anterior– podrían ser parte de la infantería o de la caballería, dependiendo de sus habilidades y capacidades en el combate.

El ambiente se tensó un poco, discretamente todos se miraron entre sí. Intenté buscar el rostro de Alex, pero estaba algunas filas más adelante y no podría voltear la cabeza sin que le llamaran la atención. Tragué saliva, aunque James me había mencionado que quizás terminaría en caballería, me puse nerviosa porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que había montado.

De nuevo miré al capitán, ya terminado su anuncio –lamentablemente no escuché el resto, mis pensamientos dieron muchas vueltas– de nuevo nuestras miradas se cruzaron, no pude evitar sonreírle. Ante mi gesto, desvió la mirada y se retiró.

Toda esa semana tuvimos varias pruebas. Comenzando con nuestra habilidad para las armas, cosa que no se me daba para nada bien. Tener esas horribles cosas entre las manos me ponía los nervios de punta, temía lastimar a uno de mis compañeros. Mi comportamiento desesperaba al sargento, constantemente me gritoneaba y decía que era un cobarde, que no sabía para que estaba ahí si no podía dispararle a nada. Me lamentaba igual que él, odiaba tener tanto miedo y a veces deseaba ser tan decidida como Chris o Alex, que no temían jalar el gatillo de sus escopetas.

Por fin prosiguieron con las pruebas para la caballería. El sargento ya se había dado por vencido conmigo, no esperaba la sorpresa que iba a darle esa mañana, aunque ni yo me lo creía.

Nos separaron en grupos, el mío iba a ser el primero en dar la prueba. Ahí no estaba Alex, todo el tiempo me había dado confianza suficiente para soportar las quejas del sargento. No estando ahí me puse nerviosa y más cuando vi que estaba James. Él mismo elegiría quien se iba a quedar en la caballería.

A cada uno se nos asigno un caballo al azar, mi compañero sería Thunder. Era tranquilo, a diferencia de Joey que se ponía nervioso si había mucha gente cerca.

Pasé mi mano por el lomo de Thunder y así crear lazos de confianza con él. Era todo de color café con una hermosa crin blanca adornando su cabeza.

Cada uno ensilló a su propio caballo. No tuve problemas, puesto que mi nuevo amigo era bastante tranquilo. Algunos incluso tuvieron que salir corriendo y perseguir a sus equinos. Había tenido mucha suerte, o tal vez alguien había intercedido por mi.

Dame EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora