Fui a mi cuarto y me tiré sobre la cama. No podía dejar de pensar en esa persona. Abracé mi almohada, imaginando cientos de escenarios posibles con nosotros como protagonistas. En momentos me siento culpable por tener esa clase de pensamientos, pero después me conforto yo sola diciéndome "Nadie tiene que saberlo". Sin darme cuenta, me había quedado profundamente dormida, en medio de mis dulces fantasías donde no había ninguna guerra por la cual preocuparse y donde yo era feliz con alguien que me amaba.
Desperté unas horas después, cuando escuché los gritos de mi madre. Me levanté de un salto y con el corazón acelerado.
–¿Qué pasa?– dije cuando bajé corriendo. Lo primero que vi fue a mi padre tendido en el suelo y mi mamá de rodillas junto a él.
–¡Ve por el doctor! ¡Rápido!– me dijo ella gritando– ¡Está mal!
De inmediato salí de la casa por segunda vez. Corrí lo más rápido que pude por la terracería. La adrenalina hizo que no me cansara, a pesar de que la distancia entre la granja y el pueblo era significativa.
Llegué al consultorio del médico, jadeante. Entre mi respiración entrecortada logré decir que mi padre se había puesto mal. El doctor ya nos conocía bastante bien, mi papá era su paciente frecuente porque a su edad su corazón estaba empezando a ponerse muy débil. El doctor tomó sus cosas e hizo que me subiera en su carreta. Dirigiendo al caballo hizo que corriera lo más rápido posible.
Cuando llegamos mi madre había logrado hacer que se moviera al sillón, estaba sudoroso y le costaba respirar. Ella hacía todo lo posible por ayudarlo. El doctor de inmediato sacó un frasco de su maletín, con un líquido transparente y una jeringa. La incrustó en su antebrazo con precisión y mi padre comenzó a tranquilizarse. Luego, el doctor escuchó su corazón con su estetoscopio. Miró serio a mi madre y le pidió que hablaran en privado. Yo no pude hacer más que ponerme a un lado de papá, tomé su mano y la llevé a mis labios. A lo lejos logré escuchar la conversación que el doctor tenía con mi madre.
–Siendo sinceros, Grace, no creo que Joseph dure mucho tiempo así.
–¿Qué quieres decir? ¿No se recuperará?– hubo silencio.
–Su corazón está muy débil, es mayor y trabaja demasiado. A este paso mis medicinas ya no le harán ningún efecto... y podría...
Lo siguiente que escuché fueron sollozos de mi madre, creo que intentaba disimular para que no me diera cuenta de lo que pasaba, pero fue inútil, las paredes eran demasiado delgadas y cualquier ruido las penetraba. Después no pude pensar en nada más, de cierta forma ya me había hecho a la idea de que mi padre se iría pronto. No dejé de sostener su mano y mirar cada facción de su rostro, parecía más aliviado gracias a la medicina del doctor.
Después de un rato de observación, mi padre empezó a despertarse un poco. Entre los tres intentamos hacer que se levantara y llevarlo a su habitación para que descansara bien. Mi madre lo arropó como si se tratara de un pequeño. De nuevo mi padre cayó en un profundo sueño.
El médico nos dejó algunas medicinas por si papá tenía otra crisis, así estaría tranquilo hasta que llegara su hora. Al querer pagarle solo aceptó la mitad de lo que mi madre tenía en su mano. Dijo que lo guardáramos para nosotras. Él me agradaba, era buen doctor, aunque su familia le criticaba el que ayudara a las familias con carencias. De haber sido veinte años más joven tal vez me hubiera enamorado de él.
Antes de dormir preparé té para mi madre. Estaba muy nerviosa, en estos casos de crisis yo era la más tranquila de la casa, la que pensaba con la cabeza fría y no se veía tan afectada. Nunca supe la razón de eso, tampoco es que las cosas me fuesen indiferentes, solo era así.
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Dame Esperanza
Fiksi PenggemarMientras una terrible guerra se cierne sobre el mundo ¿Será posible ver florecer un romance, o eso solo para la gente ilusa? Para Alice no es más que un sueño que guarda en secreto. Hasta que su camino se une al del Capitán Nicholls en circunstancia...