Capítulo 4.- Hielo

34 3 2
                                    

Tragó saliva. Su respiración estaba hecha un lío, gotas frías de sudor nervioso caían por su espalda. El silencio era mortal, y la oscuridad parecía sacada de una película de lo profunda que era, lo que obligaba a Yuusei a concentrar sus sentidos al cien por cien para poder mantenerse cuerdo y con vida.
Hotaru y Kazuya habían entrado con él, de eso estaba seguro, pero a los cinco minutos dejó de oír sus pisadas. Es como si hubieran... 

- Desaparecido... -susurró el chico en voz baja- 

Una pisada a escasos metros de él lo sacó de sus pensamientos, e hizo que se le pusieran los pelos de punta y tomara una postura de combate, endureciendo sus puños y músculos, lo que le hizo temblar aún más de inseguridad y temor.
Iba a llamar a sus amigas en voz alta, pero negando con la cabeza rechazó la idea ya que eso sería una muerte casi segura para él si lo oían y para ellas si llegaran a acudir. Sea lo que fuere lo que había oído, tenía que enfrentarlo solo, así que inspiró aire y se dio unas palmadas en la cara como para despertarse. 

- Vamos, ven, seas quien seas. Sé que estás ahí y sé que me observas. ¡Da la cara!

Un sonido que era muy parecido a una flecha cortando el aire le respondió, y antes de que pudiera reaccionar o preguntarse que había sido aquello comenzó a sentir un dolor muy fuerte en su pierna, por encima de la rodilla. 

Un pequeño cuchillo estaba apuñalando su muslo y la sangre había salpicado el suelo y manchado sus pantalones. Miró aterrado la herida mientras empezaba a ser consciente del dolor, haciendo que apretara los dientes para no gritar. El dolor era mucho peor de lo que se hubiera imaginado de una herida como esa y encima habiendo sido herido en esa zona, no le dejaba moverse como debería.
Miró alrededor jadeando, nervioso por la situación y porque intentaba estar preparado para el próximo cuchillo que casi con toda certeza lanzaría aquel que se estuviera escondiendo entre las sombras. No quería extraer la pequeña hoja incrustada en su pierna ya que eso le haría sangrar más y porque le daba repelús ver la herida, aunque ese pensamiento le hizo sonreír incluso estando en esa situación. "Yo y mis manías" pensó Yuusei. Y eso le hizo darse cuenta de que estaba haciéndolo fatal, de que no era propio de él estar así y de que debía concentrarse. 

Dejó de temblar. Dios sabe porque semejante tontada le hizo despertar pero lo agradeció de corazón e hizo que sonriera con renovada determinación. 

- Impresionante... -susurró una voz proveniente de las sombras del bosque- No has tardado nada en reponerte a esta situación, al menos moralmente... Pero eso no cambia que seas presa y objetivo de mis cuchillos... 

Se oyó una risita de fondo a lo que Yuusei frunció el ceño pero sonrió. Eso había sido un error de su rival que parecía no saber que dar información soltando chorradas podía ser fatal en una pelea. Hizo relajar sus manos y músculos y se concentró en su sentido del oído y en sus piernas. Era a vida o muerte, pero si todo salía como lo planeado sería su victoria. 

No tardó en llegar la señal que Yuusei esperaba, aquel sonido cortante de nuevo, que dos segundos después hizo que tuviera otro cuchillo en su otro muslo y aquello le impediría moverse. O eso esperaba su rival que se ocultaba en las sombras como un cobarde que tenía miedo a ser herido, pero lo que no esperaba era encontrarse con un dolor brutal en su pierna y su propio cuchillo clavado en ella. 

Un grito desgarrador se oyó desde donde se encontraba Yuusei que a su vez sonrió complacido al oírlo y "oír" que su plan había funcionado. Su rival cayó desde la altura de los árboles dándose un buen golpe y aún quejándose de su herida. 

- Vaya, vaya... -dijo Yuusei con un tono algo engreído- ¿Cómo se siente el cazador al ser cazado? 

Aquel hombre le miró despectivamente sudando abundantemente y con una expresión de rabia contenida que solo hizo que Yuusei se sintiera mejor. Tendría unos veinte años casi tirando a treinta, iba vestido de cuero negro cosa con la que había tenido suerte por la oscuridad abundante del sitio. O suerte o era uno de los asesinos contratados por la Organización de los Cazadores. 

UtopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora