Owayne despertó sobresaltado. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había tenido un sueño, que creyó que no volvería a experimentar esa sensación. Aunque, más que un sueño, se trataba de un recuerdo: el día que su hermano mayor salió del closet.
La historia no había tenido un final feliz, y Owayne prefirió huir antes que enfrentar una situación similar. Aunque las cosas habían mejorado para su hermano, constantemente se preguntaba cómo sería su vida si le hubiera revelado la verdad a su padre.
Cerró los ojos, sin ganas de pensar en eso, y se frotó la cabeza, que empezaba a dolerle. Estaba a punto de recostarse nuevamente cuando tocaron a su puerta. Se levantó de golpe y, al abrir, se encontró con la causa de su malestar.
—Chris...
Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a su mejor amigo y vecino del departamento de enfrente.
—Buenos días, Owayne. No interrumpí tus sueños, ¿cierto?
Owayne rió mientras terminaba de colocarse su camiseta y, tras ello, sujetó su cabello con una liga.
—Hace nada que desperté —confesó y con un amago le indicó que entrara— ¿Café?
—Claro.
Colocó agua en la cafetera y preparó dos tazas mientras su amigo se dirigía al pequeño sillón junto a la cama. Una vez ahí, Chris comenzó a curiosear entre su colección de discos de vinilo, tenía la extraña manía de ordenarlos alfabéticamente.
Owayne lo miró atentamente. Su cabello castaño claro enmarcaba unos ojos turquesa que brillaban con amabilidad y su sonrisa contagiosa iluminaba su rostro. Cada gesto suyo irradiaba confianza y un encanto innegable.
No fue sorpresa que Owayne se sintiera atraído por Chris. Más allá de su popularidad, era su capacidad para escuchar y la genuina calidez en su trato a los demás, lo que realmente lo hacía especial. Sin embargo, cuando Owayne finalmente se atrevió a confesarse, fue rechazado.
"Aprecio sinceramente tus sentimientos y me halaga, pero lamento no poder corresponderte", esa fue la respuesta de Chris. Aunque su relación no pudo ir más allá, valoraba que su relación no cambió. Tener a Chris en su vida, aunque fuera solo como amigo, era un regalo valioso, incluso si eso significaba guardar sus sentimientos en lo más profundo de su ser.
—Llegaste bastante tarde anoche —dijo repentinamente Chris, sacándolo de sus pensamientos— siempre te niegas a acompañarme al bar, ¿y ahora vas por tu cuenta?
—¡No estuve en un bar! —exclamó Owayne mientras le entregaba la taza de café—. Conseguí un empleo.
—Ser prostituto no debería contar como empleo.
—Sí que lo es, pero ya quisiera que fuese algo tan lucrativo —rio y tomó asiento sobre su cama.
—Por favor, ni lo intentes o morirías de hambre; nadie pagaría por tener sexo con alguien tan feo.
—¡Qué bueno saberlo!, creí que necesitabas otro tipo de atributos —soltó con picardía antes de dar un sorbo a su taza.
—Basta de insinuaciones, "señor atributos" —Dejó su taza y volvió a su labor de ordenar—. Mejor dime, ¿por cuál grandioso trabajo rechazaste la oferta de ser mi compañero en el bar?
—En realidad, no es gran cosa. Es en una funeraria.
Chris dejó escapar una risa y miró a Owayne esperando que riera también, pero al notar que hablaba en serio sus ojos se abrieron un poco más, revelando su asombro mientras procesaba la información.
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Rompiendo el caparazón de dolor
RomanceOwayne es sonrisas, calidez y positividad. Seere es sarcasmo, frialdad y hastío. Cuando ambos comienzan a compartir su rutina, las diferencias se ven aminoradas y, aunque Seere odia la idea de lidiar con relaciones, no puede ocultar que el alegre Ow...