La habitación todavía se encontraba envuelta en oscuridad, pese a que afuera las nubes comenzaban a teñirse con los colores del amanecer.
Owayne apretó los ojos en cuanto un ruido se hizo presente. Pestañeó un par de veces con los ojos entrecerrados y sintió algo cálido apoyado en su brazo. Se sobresaltó y estuvo por apartarse, hasta que notó que era Seere durmiendo, recargado sobre él.
Con cuidado se movió, con el corazón latiendo como loco. En medio de la dulce confusión, y como un destello fugaz, le vino a la memoria lo que había ocurrido un día atrás. Sin embargo, sus pensamientos se detuvieron cuando escuchó un ruido constante proveniente de la puerta.
Tomó una manta y cubrió al chico, luego se dirigió a la entrada.
—Eres la personificación del caos —le regañó Chris apenas abrió la puerta—, llevo quince minutos tocando —dijo y le entregó una carpeta con varios papeles—. Hoy no iré a clases y necesito que le entregues esto al entrenador. Son papeles del club.
—Lo siento —se restregó los ojos y bostezó—, perdí la noción del tiempo. Creo que faltaré la primera hora.
—No tienes diez años para tomarte todo a la ligera —La expresión de Chris se suavizó—, pero ya que es imposible molestarse contigo lo dejaré pasar.
—Solo será por esta vez, prometo esforzarme para no causarte más problemas.
—Nadie dijo que causes problemas —rio y pasó el brazo alrededor de su cuello—. Aunque los causarás si te atreves a aprovechar apenas no esté cerca —susurró mientras acercaba más sus labios a los de Owayne, sin embargo, no tardó en separarse abruptamente.
Owayne le miró extrañado. Un extraño presentimiento le invadió, y al voltear, confirmó sus sospechas: Seere ya estaba despierto y, al haberse acercado al lugar donde dejaron a Yeot mo durante la madrugada, seguramente lo había presenciado todo.
—Gracias Chris, te veo luego —expresó y se apresuró a volver adentro.
Dejó los papeles encima del buró y miró a Seere sacar a Yeot mo de su pecera, como si ignorara la escena que acababa de presenciar.
El corazón comenzó a golpetear su pecho y sintió un nudo en el estómago. El miedo germinaba y le orillaba a imaginar mil situaciones y, aun así, tomó valor para hablar.
—Oye, sobre lo que viste allá afuera...
—Lamento haber interrumpido su momento de exhibicionismo —soltó antes de que terminara su frase y se sentó sobre el sofá mientras hacía bailar a Yeot mo—. Si te refieres a lo de tus preferencias creí que eras consciente de que llevas escrita la palabra "gay" en toda la cara.
Owayne se sorprendió al notar que Seere bromeaba tan normalmente sobre aquello. Sintió el peso que llevaba encima aligerarse y se acercó a él.
—Sí, bueno... lo soy. Tal vez debí haberlo dicho antes.
—¿Por qué deberías? No eres una etiqueta: eres una persona, ¿Qué hay de malo en que no te guste lo que los demás esperan?
—Díselo a mi padre que esperaba tener un hijo que se convirtiera en médico y en cambio tuvo un fotógrafo. Un fotógrafo gay.
—No es tan grave. Si fueras un fotógrafo gay asesino en serie, entonces sí tendríamos un problema.
Owayne rio mientras se sentaba a su lado. La idea de que ese sería un tema difícil de abordar ahora le parecía absurda.
—Es de lo más amable que me han dicho. Aun así ¿no te resulta extraño o desagradable? Incluso hemos compartido habitación.
—No hay problema, soy lo suficiente maduro para saber que no cualquier hombre te va a gustar. Además, tienes pareja, ¿por qué habría de molestarme?
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Rompiendo el caparazón de dolor
RomanceOwayne es sonrisas, calidez y positividad. Seere es sarcasmo, frialdad y hastío. Cuando ambos comienzan a compartir su rutina, las diferencias se ven aminoradas y, aunque Seere odia la idea de lidiar con relaciones, no puede ocultar que el alegre Ow...