Cenizas de un amor

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Era una misteriosa noche de viernes de un frío diciembre. Ella aún lo recuerda así.
Exactamente a las 11:45 pm cuando sucedió.

Ella estrenaba un hermoso vestido rosa pastel recién diseñado por su modista personal de Paris y calzaba unos hermosos zapatos de tacón de aguja de veinte centímetros del mismo color. Su cabello negro en ondas cubría su espalda y su divertido moño le dada un aspecto de inocencia a la adinerada chica de diecinueve años; sus labios rojos, al contrario con todo su conjunto, la hacían lucir poderosa y sus profundos ojos marrón eran un puente a la belleza infinita.

Él, vestía unos simples jeans ajustados color negro, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero de marca, acompañado de sus fieles vans. Su cabello castaño estaba despeinado y en su rostro se distinguían con facilidad tres grandes hematomas, como evidencia del último enfrentamiento en el que se había involucrado. Su mirada era intensa, fulminante y temible desde Kilómetros de distancia, y su sonrisa era arrogante y traviesa, todas las chicas caían rendidas a sus pies y eso a él le encantaba, no podía negarlo.

Pero esa noche, era distinta a todas las demás. Quizás se debía a que todas las nubes formaban una manta sobre el cielo y cubrían a las estrellas de la oscuridad, dejando a la luna completamente sola en el campo. O, tal vez solo era la casualidad del destino para que después de muchos meses, Ella y Él se volvieran a reencontrar en el lugar menos esperado.

Y sí, ellos nunca habían sido la pareja perfecta. La chica vivía sobre las nubes y él pisaba solo la tierra. Ella odiaba el sabor del alcohol y él bebía todo el tiempo. Ella detestaba con toda su alma el adictivo aroma a tabaco del cigarrillo y él siempre llevaba entre sus alineados dientes uno. Pero aún así, esa noche sucedió, la magia que ninguno de los dos podría olvidar: El momento en que sus ojos intercambiaron miradas, ambos supieron que nada volvería ser igual.

¿Qué importaba si ya lo habían echado perder una vez?

Tenían toda una vida para intentar hacer las cosas bien, hasta lograrlo.

Ya no importaba nada entonces.
Ni siquiera los dos corazones rotos que una vez quedaron, o las cenizas esparcidas por todo el pueblo del amor que una vez hubo.

Justo en ese momento, se hacía una nueva promesa. Donde por primera vez Él no estaba bajo el efecto del alcohol o con un poco de Crack en su bolsillo y Ella no se encontraba leyendo un nuevo libro o quejándose de lo gorda que ante sus ciegos ojos era; sólo habían dos frente a frente destinadas a permanecer juntas por el resto de la vida, dedicándose miradas que significaban mucho más de lo que las palabras «Lo siento» pudieron haber expresado.

Ambos se amaban, aún después del irremediable daño que se habían causado, se seguían amando y ya no podían tolerar pasar un minuto más que no fuera juntos y, pese a que ese loco y masoquista amor era como estar en una montaña rusa cada día que pasaba, los momentos en que estaban en la cima hacía que todo valiera la pena.

Nada fue igual a partir de entonces..., fue mucho mejor. Era un nuevo inicio y no es necesario decir que vivieron felices para siempre para saber que eso fue así hasta el final de sus tiempos.

 Era un nuevo inicio y no es necesario decir que vivieron felices para siempre para saber que eso fue así hasta el final de sus tiempos

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