Adiós, niño

73 8 0
                                    

En una lúgubre noche, en medio de la guerra de oriente, el final sorprendió a dos compañeros de escondite, cuando los insurgentes robaron la poca pureza que aún habitaba sobre las tinieblas. Habían logrado pasar inadvertidos por ciento ochenta y tres días, mucho más de lo que lo que cualquier otro civil lo hubiese hecho, pero en cuanto supieron que los del ejército habían cambiado su base a un sitio más cercano al suyo, comprendieron que era cuestión de tiempo ser encontrados por los rebeldes. Si eso pasaba, solo tendrían una oportunidad para pedir piedad por sus vidas, mas si las cosas estaban así de mal como los rumores del norte lo dictaban, ni siquiera eso sería suficiente para salvarlos. 

Banu y Ezhan eran los miserables jovencitos que acababan de encontrar. Algún día tuvieron un padre y una madre, montones de hermanos y risas contagiosas; pero hoy, eran apenas niños enfrentando problemas de hombres donde su pasado era insignificante. Ambos perdieron a su familia, su casa y su carisma hacía mucho tiempo atrás, vivieron solos pidieron limosna por largos meses. Fueron vendidos, abusados y casi asesinados en varias ocasiones ya, hasta que un día, simplemente se toparon a mitad del camino y se hicieron inseparables. 

Banu tenía diez años, Ezhan catorce y desde entonces, se cuidaban entre sí. Lo habían hecho muy bien todo ese tiempo, hasta pensaron que podrían salvarse, pero entonces, escucharon las docenas de disparos a sus espaldas y los gritos de dolor de las demás personas que se escondían con ellos y recordaron que la guerra estaba ahí. 

Ezhan miraba a Banu como su hermano menor y estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible para proteger al infante de la venganza del mundo; pero, salvar su inocencia para siempre, no era algo permitido para él. Se cuestionó sobre la culpa que cargaban sus hombros al nacer en medio de la tempestad, cuando los únicos juguetes que él contemplaría serían las armas, en el campo de muerte, como su área de juego. No era justo que tuviera que nacer y morir entre la desgracia, ni para él ni para nadie que conocía. 

Al ser encontrados, los pequeños hicieron único que podían: rogar piedad. Sin embargo, el enfurecido rebelde, ignorante ante sus súplicas, se armó de valor y apretó el gatillo sin ningún remordimiento. Disparó primero a Banu. Un ahogado grito de pesar inundó la memoria de Ezhan y consigo, sintió a la débil cría removerse del sufrimiento, bajo sus brazos. La bala había atravesado su pecho como castigo al huir de las cenizas del pasado, perdiendo conciencia del odio del presente. 

Los oídos criminales eran sordos al dolor y desconocían que, el pequeño ángel, se marchaba libremente del infierno. ¿A dónde irían los sueños que tenía? ¿Quién podría acoger sus esperanzas por la paz? El niño partía sin una historia que vistiera su valentía, y al terminar la pesadilla, se convertía en uno más. 

Ezhan esperó atento a recibir una bala también y poder acompañar a su amigo a la otra vida, pero el insurgente, a cambio, solo le dio una sonrisa lo suficientemente macabra y se marchó sin tocarlo siquiera. Su misión era asesinar a todo aquel que encontrara en el escondite, pero se dio cuenta, que causaría más dolor aún al dejar vivo al muchacho, para que lidiara con el sufrimiento de la pérdida misma. 

Así, el joven crecería con tanto odio en su corazón que, algún día, tarde o temprano, iba a comprender el motivo de aquella espantosa guerra y terminaría por volverse su aliado. Después de todo, eso siempre era lo que hacían los demás. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Inchiostro nero |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora