- ¡¿Cómo que con Alexia?! - Marcus andaba de un lado para otro sin parar de vociferar mientras que sus manos tiraban de algunos de los mechones de su cabello - Joder, tenemos que sacarle de allí pero ya.
Skylar, que se había mantenido callada en su sitio todo el tiempo, se levantó y caminó hacia dónde estaba Marcus, le cogió de los bordes de su chaqueta y, a pesar de la diferencia de altura, consiguió sacudirle para que este mantuviese la compostura.
- ¿Te quieres relajar? No puedes ir allí. - Su voz sonaba calmada, su mirada se concentraba sencillamente en la de Marcus y, por un momento, todos pensaron que había conseguido tranquilizarle cómo sólo ella podía. - Escúchame, se las arreglará, ¿vale? Es Alexia.
- Ese es el problema, Sky. Que es Alexia. - Marcus hundió su frente en el cuello de esta y la rodeó con sus brazos, olvidando que todos estaban presenciando aquella escena.
- Lo sé... - El leve silbido que salió de los labios de Sky y las temblorosas manos que acariciaban el cabello de Marcus fueron suficientes para que Daria se diera cuenta de que ella también tenía miedo, por mucho que dijese que todo iba bien.
Se había mantenido en silencio desde que cogió asiento en aquella especie de... ¿guarida? Probablemente aquel lugar fuese el sitio en dónde todos los alumnos del internado se refugiasen de toda la mierda que les sucedía cada día. Evadirse de todos los problemas parecía fácil allí. El caso es que esta vez tenían un problema bastante grave, o eso parecía. Daria aún no tenía ni idea de quién era la chica que horas antes había intentado asesinarla y nadie estaba dispuesto a explicárselo.
Como si le hubiese leído el pensamiento, cuándo Daria apartó la mirada del suelo se encontró con la de Ry. Tenía el ceño fruncido y la mirada perdida, como si buscara algo o tratase de indagar en los más profundos pensamientos de Daria. Cuando esta abrió la boca para decir algo, dejó de mirarla de golpe y volvió a concentrarse en su tarea de dibujar formas en la húmeda tierra con una diminuta rama.
Si Daria hubiese prestado más atención, se habría dado cuenta de que aquellas formas eran exactamente las mismas que había en la puerta al final de los pasillos de las habitaciones, en el internado. Pero no lo hizo, se limitó a maldecir para ella misma que aún le aguardaban muchos misterios por resolver, entre ellos, el jodido Ry.
- Bueno, ¿vais a mover el culo o qué? Yo no pienso quedarme aquí sentada viendo como esa tía vuelve a jodernos la vida. - Una voz femenina se abrió paso entre el silencio que se había acumulado durante los últimos 5 minutos.
Daria levantó la cabeza y se encontró con una chica, bastante atractiva, de cabello pelirrojo recogido en una trenza que le caía hacia un lado y que llevaba unos ceñidos vaqueros rotos, una cazadora negra y unas botas, que de no ser porque llevaban bastante tierra, podría decirse que eran de marca. Estaba de pie y de brazos cruzados mientras miraba a todos y cada uno de los presentes. No recordaba haberla visto en la fiesta y, por un momento, sospechó de su repentina confianza con ella ya que cuándo la sorprendió mirándola, sus chispeantes ojos verdes, su media sonrisa y el tono de su voz le provocaron escalofríos.
- Tú, la nueva. ¿Me acompañas? - Se acercó a Daria e ignorando a los susurros que las rodeaban, le tendió la mano. - Me parece que estos cagados no van a hacer mucho pero tú tienes pinta de saber patear culos.
- Yo... - Daria no sabía qué decir, le tendió su mano temblorosa y se preguntó si realmente quería ir con aquella chica que no conocía de nada a enfrentarse a la chica que había tratado de acabar con su vida.
Quería decirle que no, que prefería quedarse allí sentada y esperar a que todo acabase, si es que lo hacía. La chica frunció el ceño y movió la mano como señal de que esperaba una respuesta, le dedicó un intento de sonreír pero fracasó y le salió la sonrisa más falsa que Daria había visto en su vida.