[Narra Hunter]
"Era ella la persona más encantadora que podías nunca encontrar. Su permanente sonrisa te cautivaba desde el primer momento en que la veías. Ella era dulce, amable, compasiva, atrayente, interesante y tan honesta como ninguna otra chica que había visto jamás. Hasta el incidente de los indómitos, nunca antes volvió a ser la de siempre. Su familia fue asesinada y ella torturada hasta que le brotase de sus inocentes ojos la última lágrima de dolor haciéndola completamente impasible a este. La amaestraron para ello, dejar de ser una inofensiva niña para ser una persona fría, insensible, cruel, sádica y despiadada movida por la venganza. Y no creí esto hasta ahora, cuando la vida se me escapaba de las manos y no creía que moriría a manos de la mujer de la que estaba enamorado, Alexia."
El frío que me proporcionaba el mármol debajo mía se mezclaba con la calidez de la sangre que brotaba de mi estómago, no era capaz de procesar lo que ocurría a mi alrededor, solo oía una voz que me sonaba familiar.
- ¡Hunter! !Hunter di algo porfavor! - Pude abrir levemente los ojos y me encontré con aquellos ojos verdes tan cálidos y penetrantes a la vez que me costó casi como medio minuto articular palabra alguna.
- ¿Daria...?
Mi mano derecha alcanzó su mejilla, y comenzó a acariciarla casi por impulso, era agradable el contacto y agradecí encontrarme con una cara familiar, me transmitía alivio, a pesar de que era muy probable que no saliera vivo de allí. Esta preciosa chica había venido a ¿salvarme?, estaba loca me dije, y deseé con todas mis fuerzas que Alexia no estuviese aún por los alrededores. Hace unas horas dije que prefería mi muerte antes que la de Daria y todavía seguía con ese pensamiento.
Sus delicadas manos se pasearon por mi cuerpo y al notar la sangre que brotaba de mi estómago sin cesar y manchaba mi ropa, ahogó un grito. Rápidamente, sus ojos viajaron por toda la habitación y soltó un suspiro de desesperación, quise decir algo, que no pasaba nada, quería pedirle que se marchara pero aquellos penetrantes ojos que me miraban con nada más que pura compasión y temor me lo impidieron. Aún llevaba aquel vestido rojo que yo había elegido personalmente para ella y al verla arrancarse la manga de este con los dientes, no pude evitar soltar una débil risa.
- Quién me iba a decir a mi que me encontrarías aquí y luego te vería desnudarte sentada encima de mi. Si no fuera porque estoy a punto de morirme te... - No pude acabar la frase pues uno de sus dedos se había posado sobre mis labios. Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no mordérselo.
- No acabes la frase. Vine buscando a Ry, pensaba que le encontraría aquí y no ha sido así... - Sus manos cayeron sobre su regazo y apretó la pieza de tela bermellón entre su puño, cualquiera diría que le pasaba algo con ese capullo. Cuando se dio cuenta de que estaba encima de mi, una expresión de terror, que me resultó jodidamente adorable, cruzó su rostro. - Pero, bueno, da igual. Te he encontrado a ti y menos mal, no pienso dejarte solo. No hables, voy a intentar cortarte la hemorragia.
- Daria, déjalo...
- Que te calles.
El tono estricto de su voz me pilló por sorpresa y me rendí. Dejé que atara la pieza de tela alrededor de mi torso, que la cruzara por mi brazo izquierdo y presionara sobre mi herida, lo cuál también hizo que contuviese algún que otro taco. Posé mi mano derecha sobre la herida y comprobé que esta había dejado de sangrar, sin duda, esta chica tenía mucha destreza.
- ¿Tienes algún defecto? - Pregunté.
- Si tú supieras... en fin, vamos, levántate. Tenemos que salir de aquí e ir con los demás. - Su brazo izquierdo pasó por debajo de mi torso y colocó mi brazo derecho por encima de sus hombros. Podía andar, más o menos, y debido a que su fuerza no era proporcional a la destreza que tenía curando heridas, la aparté y la cogí de la mano, entrelazando sus dedos con los míos.