Capítulo 5

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A la mañana siguiente me desperté por una voz que, aunque no sabía definir con exactitud de quién era, me era demasiado familiar. 

Intrigada por quien fuese que hablara afuera de la habitación, me dirigí a la puerta para encontrarme con la mirada del vicecomandante del Shinsengumi. 

Lo miré mirarme, parpadeé un par de veces y volví a cerrar la puerta. Entonces escuché una especie de burla del vicecomandante para mi hermano. Algo así como "Parece que para las mujeres si tienes buen gusto". 

Giniisan solo bufó.

Con un poco de curiosidad por los asuntos que él debiera tratar con mi hermano, me quedé escuchando su conversación. 

—Tú eres su amigo —dijo Hijikata san—, él realmente necesita alguien que le apoye. Aunque no sé qué rayos le sucede, ni perder a Mitsuba lo puso así.

«¿Mitsuba?». Ese nombre me sonaba de algo, pero no tenía una clara idea. Además, no sabía de quien estaban hablando... o eso fue al inicio de la conversación, pues conforme siguieron hablando me enteré de quien era ese amigo de mi hermano que necesitaba apoyo. 

Sougo era el único amigo de mi hermano relacionado con el Shinsengumi que se me ocurría podía necesitar ayuda. Shimpachi y Kagura dijeron que no era el mismo; y lo que yo vi era definitivamente eso, él no parecía el mismo.

Cuando Hijikata se fue, Gintoki entró a la habitación y, tras mirarme fijo, hizo una pregunta.

—Sabes de quien hablábamos, ¿no?

—No sé de qué estaban hablando —mentí haciéndole suspirar. 

Si alguien me conocía bien era justamente mi hermano.

—Sougo está algo mal, al parecer... —empezó Gintoki a explicar, pero le interrumpí deseando no tener que escuchar nada de él, pues él era demasiado doloroso para mí. 

—No me interesa —aseguré—. Él me hizo daño, no quiero saber nada de él.

Pero Gintoki apeló a mi cordura diciéndome una dura verdad.

—Al parecer, tú también le hiciste daño —dijo—, y sigues haciéndoselo. La cara que carga ese hombre es de alguien que fue totalmente destruido.

—Yo no le hice nada —me defendí casi furiosa de tener que soportar que mi hermano lo pusiera como víctima cuando la única que había sufrido daños era yo. 

—Eso no es lo que parece —soltó el peliplata que hablaba con calma—. Parece que alguien le rompió el alma y, por el relato de Hijikata, parece que fuiste tú.

—¿Qué dice el relato de Hijikata? —pregunté y mi hermano me contó lo que Hijikata le había contado.

Un recién transferido al Shinsengumi se convirtió en el mejor amigo de Sougo y, una noche, mientras patrullaban juntos Kabukicho, murió. 

Sougo encontró parte de su ropa llena de sangre y ningún rastro de su amigo por ningún lugar. Desde entonces Sougo andaba peor que alma en pena.

» Ya lo superará —dije sin realmente pensar lo que decía. 

Y quizá fue muy irresponsable el comentario, pero eso era justo lo que creía. Superar la muerte de alguien es algo que quizá toma tiempo, pero que a final de cuentas sucede. A diferencia de superar un abandono, eso no hay forma de superarlo.

—No lo estás entendiendo, Mariko chan —alegó mi hermano—. ¿Por qué crees que Sougo está tan mal? —preguntó, pero yo no entendía la pregunta de mi hermano. 

MENTIROSAS PASIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora