Capítulo 4

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Un par de semanas en el hospital y casi tres meses de reposo en casa de mi hermano era el tiempo que había pasado desde esa noche que Gintoki abrió sus brazos para mí. 

Cuando al fin me puse de pie, en el espejo del baño, pude notar que mi herida estaba casi curada por completo, mi cabello ahora bicolor llegaba a mi rabadilla ahora y mi vientre estaba un poco abultado. Cuatro meses de embarazo comenzaban a notarse.

—Te pareces a Ginchan —dijo sorprendida Kagura con quien me encontré al salir del baño. 

Sonreí. Él y yo nos parecíamos solo en el color de cabello, pero mi blanca cabellera era lacia.

—¿Te cortaste el cabello? —preguntó Shinpachi y le sonreí. 

Ese nervioso chico siempre preguntaba cosas obvias. Pero creo que era porque yo le ponía nervioso y no sabía entablar una conversación con una chica tan hermosa como yo.

—Me deshice del negro —dije tocando las puntas de mi cabello que me daba a la barbilla, quizá.

—Te ves muy diferente —señaló Shinpachi sonrojado. 

Claro que lo hacía. Ahora no solo tenía el cabello corto, sino que completamente blanco. Era mucho cambio. Ahora incluso usaba ropa de mujer. Nadie del Shinsengumi podría darse cuenta de que ese chico debilucho, que estuvo con ellos un par de meses, era yo. Tal vez ni siquiera Sougo.

—¿Estás segura que puedes estar fuera de la cama? —preguntó Kagura un poco preocupada. 

Asentí, me sentía bien y, además, estaba aburrida de estar todo el día recostada.

—Estoy mucho mejor, de hecho quiero salir a pasear por allí... vayamos a hacer la despensa —sugerí con una sonrisa y, aunque no parecía muy dispuesto, Shinpachi terminó accediendo a ir con nosotros, pues Kagura aceptó de inmediato.

Mi economía era bastante buena. Antes de dejar la casa de la abuela me aseguré de respaldarme por al menos un par de años. Además, en el Shinsengumi, que no era nada mal pagado, había tenido buen sueldo. Podía permitirme ser la proveedora de la yorozuya de vez en vez. 

Caminar fuera de ese pequeñísimo espacio que era la casa de mi hermano me hizo demasiado bien. Me sentía bien, me sentía segura, me sentía tranquila. 

Hicimos las compras y nos dispusimos a volver a casa, entonces algo vino a arrancar la sonrisa de mi cara.

Mientras regresábamos a casa vi a un hombre, con cierto uniforme bien conocido, venir en la dirección a la que íbamos. Kagura hizo una cara graciosa y escupió al piso donde iba a pisar ese hombre del Shinsengumi.

El sujeto levantó la mirada y la observó, pero pareció no saber qué decir. Solo miró a otra parte y siguió su camino. 

Kagura chistó la lengua y caminó un poco enfadada, al parecer esperaba otra reacción. 

—Tiene meses que no es el mismo —dijo Shinpachi confirmando mi sentir.

—Es un imbécil —dijo Kagura.

—¿Ustedes lo conocen? —pregunté y ambos asintieron. 

—Es el sádico capitán del primer escuadrón del Shinsengumi —explicó el pelinegro. 

—Era mi enemigo —informó Kagura—, pero ahora parece una señorita afligida por un severo estreñimiento.

Sonreí. Kagura tenía una educación demasiado pobre para mi gusto, pero me encantaba. Aunque en un principio me puse bastante celosa de una niña en casa de mi hermano. Me sentí sustituida. 

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