—Él no va a regresar —dijeron el par de hombres ensangrentados que se sostenían uno del otro en la puerta de mi habitación en el hospital.
Les miré sorprendida. Tenían finta de estar a punto de morir. Pero como sabía perfectamente que hierva mala nunca muere, pude relajarme. El que ellos hubiesen vuelto con vida era demasiado bueno.
Sonreí y me sonrieron. Entonces Zuranii perdió el conocimiento y, por el estado lamentable en que se encontraba también mi hermano, ambos fueron a dar al piso.
Ambos fueron ingresados en el hospital y, un par de semanas después, todos fuimos dados de alta.
El tiempo pasó y yo solo supe de Sougo cuando cubría el puesto de mi guardián. Vestido de civil me seguía los pasos, sobre todo cuando tenía las citas médicas para la revisión de mi embarazo.
Me molestaba bastante que no diera la cara. Me enojaba que solo aceptara que me alejara de él. Pero él no podía hacer mucho más. Después de todo, su matrimonio era la alianza entre dos partes de la policía que, antes de esa unión, más que aliados parecían enemigos.
Una tarde, mientras volvía a casa después de una revisión más, con ocho meses de embarazo cumplidos, debí sentarme en una banca del parque que atravesaba. En mi condición mucho esfuerzo me cobraba, y caro.
Recargué mi cabeza al respaldo de la banca mientras acariciaba mi muy abultado vientre respirando profundo. Un mes atrás las náuseas y mareos me habían vuelto a molestar. Estaba muy mareada.
De pronto una botella de agua fría apareció frente a mí. El hombre que la sostenía tenía cara de mucha preocupación, pero yo fingí que no me importaba eso.
Tomé el agua, que en serio me estaba haciendo falta, y no dije nada. Sougo se sentó a mi lado, mirando embobado mi enorme vientre y, como hipnotizado, intentó llevar su mano a él.
No le permití que lo hiciera, justo antes de que lograra su objetivo hice una pregunta.
—¿Cuándo es la boda? —pregunté logrando que su mano retrocediera y su mirada se volviera sombría.
—El próximo mes —susurró.
Me tragué las náuseas y giré mi rostro para que él no viera como temblaban mis labios por ese llanto que amenazaba con salir.
Respiré profundo y, antes de ponerme en pie, di otro trago a esa botella de agua que él me había dado.
—Deseo que seas muy feliz —dije regalándole una sonrisa.
Su mirada se fue al piso, luego levantó la cara sonriendo tétricamente.
—Es lo que haré —aseguró con una mirada que en serio me daba miedo—. Supongo que ya no necesitas ser escoltada, han pasado meses y nada ha sucedido —concluyó poniéndose de pie también—. Adiós.
Sougo dijo adiós y se fue, yo devolví mi trasero al asiento y lloré desconsoladamente.
Aunque desde algunos meses atrás sabía que no había oportunidades para nosotros, no fue sino hasta que lo escuché decir adiós que sentí como que en serio todo había terminado. Y eso me dolía bastante. Sobre todo por las pequeñas en mi interior. Esas dos niñas que, igual que yo, no podrían estar con Okita Sougo, el hombre que las tres más amábamos y amaríamos.
Aun llorando sobé mi vientre, mientras pedía perdón a las dos personas más importantes de nuestras vidas. Porque yo sabía que no había nada que Sougo amara más que a ellas.
—¿Terminaste con todo? —preguntó hermano que apareció un rato después.
—Fue él quien terminó con todo —dije inspirando profundo para no volver a llorar—... no tiene el valor de pelear por nosotras.
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MENTIROSAS PASIONES
FanfictionEl amor no es de color rosa, no son chocolates y bombones, el amor no son besos y caricias, no siempre al menos. Y para Okita Sougo, quien se topa con una peliplata hermosa que despierta en el mentirosas pasiones, el amor será, más que un mal sueñ...