Capítulo 10

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Otro par de semanas pasaron desde que pedí a Nobume Shinonu que le diera mi mensaje a Sougo, dos semanas en que él no se apareció en mi casa. 

Supuse que él había decidido no pelear por nosotros, pues era el día de su boda y Kagura parecía demasiado feliz de ser dama de honor de esa chica que, para siempre, sería dueña de eso que yo quería.

—Demonios —farfullé y pateé la puerta de mi habitación. 

El hombre que yo amaba estaba por casarse con alguien que no era yo, y yo estaba volviéndome loca de rabia, de impotencia y de dolor.

Estaba enojada con él y conmigo por ser tan idiotas y no pelear por nosotros, por solo pelear entre nosotros. 

Pero no podía hacer nada porque para que para una relación funcionara debíann ambos querer hacerlo juntos y, al parecer, él ya no me quería. Aunque probablemente nunca me quiso, en realidad. Pensar eso me dolía como nunca me había dolido nada.

Lloré inconsolablemente. Lloré hasta cansarme y quedarme dormida. Lloré hasta que la única cura a mi dolor fuera sumergirme en la oscuridad que emanaba mi alma.

Me quedé dormida por algunas horas, pero una fuerte punzada en el bajo vientre me hizo despertar casi sofocada. Eso no había sido una patada de las niñas. Sus patadas me incomodaban, pero no al punto de dejarme sin respiración. Eso había sido una contracción.


* *


NARRADOR OMNISCIENTE

Mientras tanto, en otro sitio, en uno lleno de flores, de personas elegantes y altos mandos del gobierno, Okita Sougo estaba por contraer nupcias con una peliazul. Sus rostros no reflejaban ninguna emoción. Pero sus almas cargaban con muy pesados sentimientos. Sentimientos que solo ellos conocían.

A punto de iniciar la ceremonia, un grito atrajo la atención de absolutamente todo el mundo. Kagura brincó de su espacio al escuchar de Gintoki, que salía corriendo del palacio donde se realizaba la ceremonia, que Mariko había entrado en labor de parto.

—¡Voy a ser tía! —gritó la china corriendo hacia la novia—. Mari neesan tendrá sus bebés —dijo a esta misma—, iré con ella, por favor haz muy infeliz a este idiota —pidió y se fue tras un peliblanco que no se había despedido de nadie.

Okita Sougo vio irse incluso a Shinpachi, y presionó sus puños con fuerza para poder contener sus ganas de ir tras de ellos. 

Sus hijas estaban por nacer y él solo podía quedarse a casarse.

Nobume Shinobu sintió que sus labios temblaban y que la presión en su corazón se hacía mucho más pesada, al punto de ahogarla. 

Pensó en dejar las cosas así, pero la mirada dolorida de su futuro esposo le decía que eso era lo peor que podía hacerle al hombre que amaba, porque ella sí estaba enamorada del hombre que estaba por convertirse en padre.

—Oh, es cierto, hace un par de semanas ella te envió un mensaje conmigo —dijo Nobume con el rostro inmutable, obteniendo una mirada de confusión de parte de Sougo—; dijo que estaba dispuesta a hacer lo que estuviera en sus manos para tener lo que quería pero, tal como tú, ella no te esperaría toda la vida... ¿Sabes a lo que se refiere? —preguntó.

Sougo sintió que su corazón se despedazaba. Entonces, una triste sonrisa se dibujó en su rostro.

—Claro que lo sé. A un imposible —dijo el castaño dándole la cara a su futura esposa, mientras el rostro se le empapaba en lágrimas. 

MENTIROSAS PASIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora