Bad Decisions.

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Estaba perdido, no sabía ni qué pensar de mí mismo, ya que el sólo hecho de pensar en ella me hacía sentir tan cruel y patético. Ella era tan feliz y yo tan egoísta.

Sólo el hecho de pensar que él te miraba como nos mirábamos nosotros, el uno al otro, como si fuéramos a besarnos, me volvía loco.

Mis pensamientos atrapaban mi consciente, si podía hablarle una vez más sólo le hubiese dicho: "abrazaría tus pedazos para que vuelvan a ser uno conmigo", pero... El amor a veces tiene que ser realista y aceptar que nada de eso podía pasar.

Eran las 7:00 am cuando mi alarma comenzaba a sonar, aunque yo estaba despierto y un poco decaído. El hambre se apoderó de mí en ese instante, por lo cual, decidí prepararme unas arepas, pero siempre la dueña del lugar gritaba mi nombre, interrumpiéndome. Corrí por una camiseta y un short, me vestí lo más rápido posible para llegar a tiempo a la cocina y no verla enojada.

-Buenos días, ¿me llamaban?-pregunté, mientras rascaba mi cabeza y daba un bostezo.

-Claro, tu comida está lista, siéntate a comer, que llegarás tarde a tu trabajo.-ordenó Vanellope, mientras colocaba mi plato en la mesa.-Espero que no dejes nada, y que laves tu plato.-ordenó nuevamente.

-Muchas gracias... y tranquila, yo me encargo de eso.-mi estómago gruñía.

Horas más tarde me encontraba en el metro, camino al trabajo, miraba un poco preocupado el reloj, eran las 9:20 am y mi turno comenzaba en cuarenta minutos. Ya marcando las 9:45 am llegué a mi destino, andaba un poco apresurado, y tropecé con una hermosa joven.

-¿Lucía?-dije, sorprendido al verla, ella era mi ex pareja.

Mi mente quedó totalmente en blanco, sólo me alejé rápidamente antes de que me dijera algo, aunque notó mi presencia, quería irme, no podía dejar que me viera, que me hablara, no quería que ella volviera a sufrir.

Estaba un poco atrasado en el trabajo, pero el jefe lo pasó por alto, supongo que entiende que no tengo vehículo y vivo lejos. Sin más tiempo que perder tomé mi uniforme, más el delantal y salí a tomar uno que otros pedidos. En la mesa 5 logro ver a una chica que me hace señas, me acerqué quedando al lado de su asiento.

-¿Deseas algo?-dije, mientras sacaba mi apuntador.

-Me gustaría un lindo mesero.-dijo ella, mirándome de pies a cabeza, rió. Me guiñó un ojo.-No, es broma, quiero un capuccino y una torta de chocolate, o... Pensándolo bien, dame dos capuccinos y varios minutos de tu tiempo para hablar.-colocó una respetable cantidad de dinero en mi bolsillo.

Mi rostro se ruborizó, caminé hasta la caja a entregar el listado del pedido.

Minutos después sonó la esperada campana, el pedido estaba listo.

Tomé las tazas y la torta, caminé un poco despacio y algo nervioso al lugar de la chica, curiosamente era la única en el lugar.

-Tenga su pedido, si desea algo más, sólo me lo hace saber.-le dije, mientras le dejaba las cosas sobre la mesa.-Estaré cerca, por si necesitas algo.

Atrapó mi delantal mientras me miraba fijamente a los ojos.

-¿Y mis minutos de charla?-exclamó mientras jalaba de mi con mucha fuerza.-Mal mesero. Me senté a su lado, la miré detenidamente.

-¿Sobre qué quiere hablar, señorita? recuerde que mi trabajo no permite hacer de vago ni coquetear con los clientes.-el tono sarcástico se podía notar desde muy lejos.

-Hablemos un poco de la vida, ¿Qué edad tienes? ¿Tienes novia? ¿Puedes recitar un poema?-ella no paraba de hacer preguntas.

-Tengo 24 años, no tengo pareja, me llamo adam y el poema que le recitare ya lo tenia escrito antes ''Dejaré mi odio y rencor plasmado en la escritura y echaré mi mente a volar como jaurías de cuervos al sentir la tempestad''.-su cara al oírme no fue nada normal, se podía notar su encanto por mi poema, me hizo sentir estúpido por un momento.

Ella me miró y susurró unas hermosas palabras.

-Mi palpitante corazón lo único que quiere es proteger, una tras otra, intenté contar las lágrimas que cayeron de tus ojos, y créeme que me gustaría conocerte.-tomó mi mano y la colocó cerca de su pecho, sentí el pulso algo acelerado, ella sonreía.-Mi pulso errante transmite pensamientos, mientras que en mi mente se repiten sonidos, mejor hagamos la promesa que saldremos y caminaremos juntos en estos días.

En ese momento quedé un poco sorprendido y perplejo, me quedé sin palabras.

-No tengo palabras que decir y sinceramente no encuentro mi aliento, ¿Puedo seguir trabajando? no quiero que el jefe me regañe.

-Me parece perfecto.-dijo ella mientras se levantaba de la silla, y salió rápidamente del lugar. Dejando atrás una pequeña nota con su nombre y su número de teléfono.

-Ana.-susurré mientras volvía a mi trabajo. 

Una falsa realidad.(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora