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Faltaba una semana para el baile escolar, y sinceramente no estaba para nada emocionado como casi toda la preparatoria. En los pasillos no se oía nada más que cosas relacionadas al tema; las chicas hablando de sus vestidos, zapatos, peinados y parejas; y los chicos de cómo iban a hacer de esa noche, una noche inolvidable (seguramente cerrando la noche con sexo y un embarazo no-deseado que simplemente era un cliché). Todos habían estado así desde hace un mes ya, y era sinceramente intolerable. Al parecer algunas personas creen que el último baile de preparatoria podría llegar a cambiar sus vidas para siempre y por ello lo llevan planeando desde AÑOS atrás (créanme, hay personas enfermas que eso hacen), y por otro lado lejano de esas personas estoy yo, al cual le vale un bendito comino el último baile, así como le valieron los pasados bailes escolares.
No era nada personal, ni nada postraumático, simplemente no me llamaba la atención y para mí suerte yo contaba con un grupo de personas con el mismo idealismo.

Me abrí paso de entre la multitud que inundaba por completo la cafetería de la escuela, pasé por alto todas las pláticas y comentarios acerca del famosísimo baile y llegué a la segunda mesa a la izquierda a lado de la ventana sano y salvo. Dejé la bolsa de papel color café que tenía en mis manos en la mesa y me senté a regañadientes.

—No puedo creer que aún estén "reconsiderando" la idea de volver este basurero más grande —comenté al aire.

—Si —Jay Paul, un chico de mí misma estatura, de cuerpo delgado, cabello rojizo y piel blanca, que vestía una colorida camisa hawaiana con unas bermudas de un solo tono, hizo caso a mi comentario—. Digo ¿qué acaso no ven esta mierda? ¿O qué otras pruebas necesitan para realmente decidir agrandar la cafetería?

—Ya conoces a Woordwock —Trina O'Pare, una chica se cabello largo, oscuro y despeinado, piel a perlada y que media solo unos cinco centímetros menos que Jay y yo, comentó—. Desde hace un año que quiere arreglar La Esquina y no ha hecho nada.

La Esquina era nada más y nada menos que un viejo baño de hombres que estaba en la parte de atrás de la preparatoria, justo a lado del gimnasio y la cancha de basquetbol, a donde la "vigilancia de la escuela" no llegaba para nada y que por lo tanto no seguía reglas u órdenes de nadie. Básicamente los que van a ese lugar es para tomar alcohol (que es pasado inadvertido a la preparatoria dentro de los jeans de Kevin Garason), fumar (los cigarrillos que Peyton Warren vendía en el mismo lugar) o ir con tu pareja a fajar o estar un tiempo alejado de los maestros y sus reglas de: Nada de contacto indebido o Nada de demostraciones de amor demasiado expresivos. Las veces que he ido a ese lugar se pueden contar con los dedos de mi mano derecha y no ha sido por ninguna de las opciones que La Esquina ofrece porque 1)si papá supiera que tomo alcohol o si descubriera que tomo alcohol me echaría de la casa [y por eso no tomo], 2)no me gusta el alcohol para nada, 3)nunca he fumado en mi vida y siento que si lo intentara simplemente me terminaría ahogando con el humo, lo que sería sumamente vergonzoso, 4)rara vez tengo dinero para comprar una botella de alcohol o un paquete de cigarrillos y 5)no tengo pareja. Pero las personas que si asisten a La Esquina ha realizar cualquiera de sus opciones son con las que más me llevo.

—Vamos, Trina —dije mientras sacaba mi sándwich de mantequilla de maní y mermelada de fresa que me había hecho en la mañana—, todos sabemos que realmente no te molesta eso.

—Si, digo —Jay habló con la boca llena de lo que parecía ser explochili (que simplemente era chili normal pero que un año atrás le había causado a Jay diarrea, y desde entonces lo bautizamos de esa manera)—, La Esquina es lo mejor de la preparatoria.

—Si —Kevin habló e inmediatamente sentí el aroma a alcohol que provenía de su aliento—, de por sí la preparatoria es una mierda, sin La Esquina sería una verga.

La Noche Que Dijimos SiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora