-Ya estoy cerca, amor.-Se frotaba sus manos friolentas para poder obtener algo de calor en ellas, mientras la comisura de sus labios temblaban, levemente, intentado crear una sonrisa. Sus piernas se hallaban cansadas, agotadas, por una densa caminata para poder entrar en el abundante bosquejo, en donde estaba él, su amor.
El olor pútrido se impregnó en su ropa, y él aún no lo notaba. No notaba la sangre cuajada y seca en todo su pecho y mangas. Transpiraba sudor y aún estaba esa molesta carne entre sus dientes, que de ves en cuando su lengua se encontraba con ella, y un suspiro lleno de satisfacción se escapaba desde su garganta al recordar aquella noche.
-Ya estoy aquí...-
Un olor repugnante y profundo ya estaba presente mientras Bran se acercaba al cuerpo descompuesto. Pero él no lo notaba, ni un músculo de su rostro se dignó a moverse para crear una mueca de asco al ver el cuerpo de Jojen Reed echo pedazos, con algunos animales comiendo su carne, o lo poco que quedaba de ella. Su mandíbula estaba rota y aún, en las cuencas de sus ojos, se podía apreciar lo que eran sus hermosos orbes esmeralda, que ahora estaban hundidos y comidos por algunos gusanos.
-¿Hace frío, cierto?- Rió, con inocencia.
El pequeño Brandon Stark se acercó al cuerpo sin vida de aquella persona. Apoyó sus rodillas a los dos lados de la cintura de él, mientras sus manos hacían lo mismo, a los lados de su cuello, o lo quedaba de su cuello. Acercó su labios húmedos y rosados a la piel muerta, gélida y azulada de lo que alguna vez fue Jojen Reed, y lo besó, como si hubiera sido la primera vez.
•••
Su baba fluía por el hocico, con su lengua afuera, mostrando los dientes amarillentos con sangre en ellos.
El lobo se lamió su mandíbula ensangrentada mientras veía a otra presa; un ciervo joven y asustadizo, que se mantenía levantando la cabeza cada vez que escuchaba el crujir de la hierba a cada paso que daba el lobo. La sangre se corría por su pelaje, en el pecho y piernas delanteras, mientras dejaba atrás al cuerpo de un pobre zorro que tuvo la mala suerte de salir a comer esa noche. El ciervo, cauteloso, con sus pequeñas pezuñas temblorosas, pudo moverse un poco para intentar encontrar lo que le incomodaba, pero sin lograrlo, bajó nuevamente la cabeza para olfatear el suelo en busca de su comida.Grave error.
El lobo sólo hizo un vasto movimiento, rápido, eficaz, y ya el ciervo se encontraba entre sus fauces. Su lengua saboreaba cada arteria desprendida del cuerpo del pequeño ciervo que ahora yacía en el suelo musgoso por culpa de la sangre que éste desprendía. El olor, la textura, el sabor, la adrenalina al escuchar como se quiebra cada hueso al masticar, morder o desprender una extremidad del animal muerto. Todo, generalmente todo era maravilloso para él.
Su deseo de más le nublaba sus sentimientos a cada mordida que le daba a la carne fresca y suave.
-Bran...-No, no ahora.
-Brandon, despierta.-
Necesito comer.
-Mi príncipe...-
La sangre parecía extenderse por toda mi vista, pero yo aún mordía, cada vez más rápido y con gruñidos acompañados por la molesta voz que me llamaba. No quería irme, quería quedarme junto a ese olor tan exquisito de la sangre, la cual se tornaba oscura a cada mordida que daba.
Por favor, quiero seguir.
-Mi príncipe, has dormido todo el día.- No quería abrir los ojos, pero ya sabía que Jojen estaba recostado al lado mío, con una suave sonrisa en sus labios. La dulce voz de él hacia que mi respiración se calmara, que mi corazón acelerado por culpa del sueño recuperara su ritmo normal y que una sonrisa se creara en mi rostro. Pero, por extraño que parezca, pude alcanzar a oler su cuerpo, como desprendía de sus poros un olor agradable, el sentir de su sangre correr por sus venas y mi boca se hizo agua mientras humedecía mis labios, deseoso por probarlo.