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Es un niño de diecisiete años...
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Me paré en seco apreciando como a mi alrededor personas de todas las edades se adentraban a aquel centro comercial. Felices se dispersaban en diversas direcciones, mientras yo no movía ningún músculo. Estaba perdido en mis torpes pensamientos, pero con la mirada fija hacia mi único objetivo: Aquel chico de vestimentas escolares. Estaba a unos metros afirmando su espalda contra un enorme pilar de concreto observando su teléfono a cada segundo reflejando ansias en su rostro. Llevaba un uniforme de escuela media desalineado y un peinado rebelde de tonalidad deslavada; rubio oxigenado y maltratado. Suspiré largamente sintiendo como mis hombros se tensaban y mi cabeza descendía. Estaba dudando de lo que tenía que hacer.
Era claro que me sentía a gusto con aquel niño; él era tan transparente, alegre y único que estaba seguro que, si tuviera su edad, no dudaría en andar detrás de él. Sonreí levemente tensando las comisuras de mis labios en una mueca dulce mientras alzaba la vista y vislumbraba su cuerpo acuclillarse aún situado bajo el cobijo de aquella gran columna. Contraje el asa de mi bolso contra mi palma provocando que mis nudillos se tornaran blanquecinos y la cuerina sintética chirriara levemente, me armé de valor y contuve el aliento sin quitarle la vista de encima.
Caminé hacia él memorizando sus facciones varoniles grabándolas a fuego porque después de este día ya no nos volveríamos a ver. Si hubiera terminado, como era debido, hace dos semanas en aquella primera vez que nos vimos, esto no sería tan complicado.
—¿Llegaste temprano?—mencioné como saludo. Recién era la hora acordada y él parecía estar hace horas esperando ahí. Rápidamente se alzó al escuchar mi voz de tono desinteresado mientras miraba a mí alrededor. De reojo percibí al juvenil y risueño chico observarme con dulzura, sentía como si en cualquier segundo me abrazaría, pero se contenía limitándose únicamente a mirarme con admiración.
—Sí, pasé del colegio con unos amigos. Estuvimos toda la tarde acá—me sonrió encaminándonos hacia el cine que estaba a nuestra derecha. Sólo escuchar sus palabras se me contrajo algo en el estómago.
—Tú vienes de la universidad, ¿cierto?—preguntó. Lo miré serio e iba a abrir mis labios para terminar con toda la mentira que se había tejido. Esta era la segunda vez que nos encontrábamos, cortar por lo sano sería lo mejor, aunque me costaba entender por qué titubeaba al respecto—, Seguro que sí. Te vez cansado—continuo sonriendo. Yo únicamente guardé silencio escuchando su juvenil voz; prefería omitir aquella falsedad que aumentar aquella mentira—. Ya compré las entradas, como dijiste que yo eligiera la película... —me mostró los ticket perfectamente doblados mientras yo asentía.
—Vamos—murmuré esquivando su mirada moviéndome con rapidez hacia los puestos de dulces para comprar refrescos, palomitas y uno que otro caramelo. El chiquillo me seguía de cerca en silencio, y así mismo, entramos a la sala correspondiente.
Poco a poco esta se empezó a llenar dejando en completo mutismo a la muchedumbre. Cuando las luces sucumbieron por completo sentí como el chico se acomodaba alzando levemente su espalda de la acolchada silla. Por inercia, giré mí rostro encontrándome con el suyo tenuemente iluminado por la enorme pantalla frente a nosotros.
—Pensé que robarte un beso en nuestra primera cita sería demasiado "acelerado" así que no pude esperar esta segunda oportunidad—dijo exhalando su aliento dulzón contra mi boca semiabierta por la impresión del momento. Cogió mi mentón alzándolo ligeramente para posar sus suaves labios sobre los míos. El contacto fue como un choque eléctrico entumeciendo mis extremidades acompañadas de un cosquilleo cálido que hizo que mis pulsaciones se dispararan descontroladas. Con mis párpados levemente abiertos podía percibir sus actos: Su rostro placentero con sólo la caricia de nuestras bocas, sus labios tímidos acoplándose perfectamente a los míos y como sus manos temblorosas acariciaban mi cuello. Su inexperiencia se daba a relucir y eso me hizo sonreír levemente. Sentía que quería profundizar aquel íntimo gesto, mas no se atrevió. Después de unos segundos, sus labios se despegaron de los míos pudiendo percibir, por la escasa distancia, su respirar un tanto acelerado y como nuestros alientos calientes se entrelazaban haciendo uno.
—Yo no puedo seguir con esto—dije de la nada—... Dejémoslo hasta acá—susurré sin mirarlo a la cara huyendo de ahí sin dar detalladas explicaciones.
Cuando salí hacia el exterior de la sala caminé lento sintiéndome abrumado.
—¡¿Qué pasaba por mi cabeza?!—bufé en tono bajo—. El chico apenas había comenzado tercero de secundaria, ¡ERA UN NIÑO! Y yo un sujeto enfermo de más de treinta con problemas mentales— masajee con una de mis manos mis sienes mientras me dirigía hacia la más próxima salida. Caminé con rapidez hacia las puertas cristalizadas que daban hacia afuera. Tomé unas de la barras para abrir aquellas densas puertas sintiendo como una fuerte mano cogió mi brazo. No me giré; sabía quién era el dueño de aquel sorpresivo agarre—. ¿No te darás por vencido?—pensé.
Sin emitir palabra alguna, deshice el agarre en un brusco movimiento de mi extremidad prisionera para emprender, nuevamente, mi marcha; pero esta vez era seguido por aquel muchacho.
—¿Por qué de repente cortas todo?—su voz se escuchaba dolida—. ¿Fui un juego para ti?—expresaba tras de mi siguiéndome de cerca.
—Claro que no—susurré—. Pero esto se me fue de las manos... Se nos fue de las manos—me giré viendo su rostro malogrado; estaba confundido por mi repentina forma de actuar.
—Parece que sí juegas—su tono se bajó a uno casi inaudible—. Hablamos por más de un año vía internet. Pero, Ahora, ¿qué cambió?—me preguntó en un susurro quebrado. Alcé mi rostro y miré a mi alrededor, a esas horas no transitaba muchas personas, pero las pocas que pasaban nos miraban y murmuraban. Resoplé volviendo a emprender mi caminar interrumpido, sabiendo que iba a ser seguido por aquel niño rubio.
—Te mentí—verbalicé mientras mi caminar acelerado llegaba hacia el solitario estacionamiento. Me detuve viendo como el secundario me cogió por los hombros arrugando la chaqueta de mi traje de asalariado. Alcé mi mirada chocando con unos ojos rojos apunto de derramar lágrimas dolidas—. La cagué— le sonreí negando—. ¿Te parezco un chico universitario de veinte años? ¿No te parece extraño que vista de esta forma?—me miró estupefacto. ¿Acaso era tan ingenuo? Suspiré cansino sacando de uno de mis bolcillos una tela blanca doblada y pulcra para tendérsela al lloroso chiquillo quien recibió aquel trozo de género con cuidado y lo observó con ternura. Con desespero se lo quité de las manos y me erguí levemente para secar su rostro y limpiar su nariz mocosa como si fuese un niño pequeño.
—Entonces, ¿No es qué no me quieres?—lo observé haciendo un gesto de disgusto con mi rostro.
—Suzuki...—exhalé.
—Reita—me corrigió mientras me observaba a la espera de mis palabras, pero al ver que me tardaba cogió mi diestra—. No me interesa la edad que tengas—me sonrió.
—No podemos, entiéndelo—debatí.
—Tú me gustas... ¿Qué importa lo demás?— su mirada cegada por el exceso hormonal de aquella edad no lo dejaba apreciar la crítica realidad que me estaba carcomiendo por dentro.
—¿Acaso eres estúpido?—deshice su agarre mirándolo enardecido—. ¡Eres menor de edad, maldita sea!—me exasperé alzando la voz—. Entiende, este es el momento propicio para acabar esto—fue lo último que dije sin darle tregua a hablar desapareciendo de aquel lugar y de su vida.
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¡El chico tiene diecisiete! [Reituki]
FanfictionSiempre fue una bobada para mí; el internet y sus frivolidades me hacían reír. Si bien disfrutaba de conocer nuevas personas sin rostro, también amaba alardear de más. Mentir de mi edad o lo que hacía día a día no era grave, más bien era una forma "...