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Un café y una agradable compañía
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Aquella mañana, las calles eran poco transitadas y las aceras, que siempre estaban atestadas por peatones apresurados, se encontraban casi solitarias; claramente no era un día común de trabajo. Era sábado y el estrés de la semana me pesaba en los hombros. Con una mueca de dolor ejercí presión, sin mucha delicadeza, en aquella zona y continúe mi cansino andar direccionando mis pisadas autómatas hacia mi empleo. Los fines de semana, normalmente, no debía ejercer mi cargo, pero se me había acumulado una serie importante de este. Había mucho material que investigar, clasificar y entregar a más tardar el día lunes para su revisión y posterior emisión. Cuando el trabajo apremiaba debía hasta ir los domingos si no alcanzaba con mis horas correspondiente en la semana; era agotador, pero gratificante.
Con somnolencia y un gran bostezo me aproximé hacia la orilla de la acera a la espera que el semáforo cambiase a verde para atravesar la calle. Los minutos transcurrían débiles y el concurrido tráfico de aquel día estaba haciendo difícil mi llegada al edificio en el cual era empleado. Rápidamente se juntó un grupo considerable de personas a la espera de poder cruzar aquella amplia vía. Un tanto hastiado, por el retraso de aquella señal de transito cambiase al color correspondiente para permitirnos un cruce sin inconvenientes, comencé a alejarme de aquel grupito. Me desvíe de mi normal dirección caminando en línea recta; sabía que más adelante habían más cruces peatonales. Normalmente recurría a la misma rutina, salir del subterráneo caminar un pequeño tramo y atravesar la calle de doble vía para luego continuar por la amplia avenida hasta mi oficina; sabía que habían más formas de acceder a mi trabajo, pero no me molestaba en ir más allá cuando tenía la posibilidad más cercana.
Marché con lentitud por aquella acera, la cual la adornaba variadas y bonitas vitrinas. De mi distraído ensimismamiento me sacó un aroma a café recién hecho, el cual llegó a mis fosas nasales despertando mi imperiosa necesidad por cafeína.
Observé la hora, aún me quedaba algo de tiempo. Olfatee el aire rebuscando a mí alrededor aquel lugar originario de aquel aroma; comencé, sin querer, a indagar aquel sitio de delicioso olor. Miré hacia el frente percatándome que había una inusual fila a la espera de un "algo". Cuando me acerqué me percaté de que se trataba: Una pequeña tienda de desconocida marca, tenía aquella zona empresarial impregnada en grato aroma a granos de café recién hechos. Miré el nombre del local, percatándome que no era una cafetería como pensaba, sino una pastelería en la cual se apreciaba un sin número de dulces y panes en las vitrinas. Me acerqué al pequeño tumulto de pacientes clientes a la espera de poder pagar mi pedido. Mientras avanzaba aquella improvisada línea de deseosos consumidores, decidía mentalmente que pediría, todo se veía delicioso.
Cuando al fin llegué a la caja, le pedí a la vendedora un muffin de arándanos, plátano y canela más un café mediano. Me aproximé a la vitrina para retirar mi reciente compra percatándome que un chico, que trabajaba ahí, me observaba. Y, éste, al no entender mi mirada extrañada y un tanto molesta por el reciente escrutinio, se quitó la mascarilla que ocultaba gran parte de su cara. Abriendo, en acto seguido, mis labios tras descubrir, con sorpresa, de quien se trataba.
—Así que de verdad trabajas...—murmuré sarcástico tendiéndole mi ticket con mi pedido mientras éste no borraba una sonrisita gustosa de sus labios la cual, rápidamente, me la contagió a mí también.
—¿Creías que te estaba mintiendo?—vi como tomó un vaso de cartón y como llenó éste de aquel deseado líquido humeante. Me lo tendió para que procediera a incorporarle azúcar para luego taparlo y entregármelo —. Y un... —musitó viendo como tendía dos dulces más que no había pedido. Lo miré y negué con mi cabeza—. De regalo para mi nuevo "amigo"—susurró enfatizando aquella última palabra—. ¿Trabajas hoy?—finalizó su tarea preguntando.
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¡El chico tiene diecisiete! [Reituki]
FanficSiempre fue una bobada para mí; el internet y sus frivolidades me hacían reír. Si bien disfrutaba de conocer nuevas personas sin rostro, también amaba alardear de más. Mentir de mi edad o lo que hacía día a día no era grave, más bien era una forma "...