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Mal tercio
Vl
Exhalé mi aliento al pisar la entrada de aquella calle residencial. Había pasado la mayor parte del camino reteniendo el aire preguntándome una y otra vez sí era lo correcto, pero era tardado cuestionarme aquello puesto que ya me encontraba aquí. Tragué en seco mientras mis pisadas nerviosas comenzaron, pausadamente, a avanzar sobre la acera. Rápidamente mi mirada curiosa iba analizando la periferia pudiendo apreciar como personas maduras paseaban; niños iban en bicicletas, otros más jóvenes limpiaban sus autos o reparaban algún detalle de sus casas. Todo era muy verde; las viviendas alineadas y bonitas, daban una esencia tranquila.
Miré la hora en mi teléfono celular mientras a la distancia se apreciaba el rojizo intenso del atardecer. Inspiré profundamente, ya había pasado más de quince minutos. Chisté con mi lengua fijando mí vista hacia el frente y luego me voltee para mirar mí corto recorrido y con inquietud contraje el asa de aquella delicada bolsa que llevaba conmigo.
—Aún no aparece ese chiquillo—murmuré bajito sin saber si debía detener mi andar, continuar o retroceder; no sabía hasta donde llegar y con incertidumbre me mordí el labio inferior repetidas veces.
Llegué. Estoy en la entrada de la avenida.
Te espero.
Releí aquel cortante mensaje que había escrito una vez que me había salido del metro. No había obtenido respuesta y aquel insistente niño rubio no daba señales. Con hastío me dispuse a llamarle, al menos para que me diera el número de su casa, así, si se encontraba ocupado en aquel momento, yo podría llegar por mi cuenta a su hogar.
Me puse mi teléfono en mi oreja mientras daba pequeñas pisadas mirando el pavimento a mis pies, aún no percibía el tono de llamado cuando escuché unas fuertes pisadas correr hacia donde yo me encontraba. Precavido alcé la mirada encontrándome con el rostro sonriente de aquel energético y desaliñado chico.
—Perdón—se disculpó. Su tono de voz se notaba agitado por la marcha apresurada que debió correr hacia mí encuentro—. Me mandaron a tirar la basura y tuve que esperar que mi madre terminara de pelar unos vegetales—oía atento sus palabras—. Le dije que te venía a buscar, pero es insistente—se rascó la nuca pensativo.
—¿Cómo tú?—acoté recibiendo una dulce sonrisa de aquel niño—. Ten—le di la bolsa que llevaba conmigo, la cual era su obsequio por su cumpleaños número dieciocho. Este ilusionado la cogió con delicadeza—. Feliz cumpleaños, un poco atrasado, supongo—murmuré cohibido.
—Gracias—habló gorgoteando felicidad—. Con venir hoy era más que suficiente. No debiste, pero... ¡Muchas gracias!—pensé que me abrazaría como el loco que era, pero no lo hizo y se limitó a sonreírme con dulzura.
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—No estoy muy seguro que tú madre se trague la mentira de que yo soy un chico "universitario"— tras haber caminado un trecho en silencio solté aquello frenando al rubio cuando estábamos a pocos metros de su hogar. El pánico comenzó a carcomer mis células.
—Yo me lo creí—se carcajeó rememorando el cercano pasado.
—Sí, pero tú eres un bobo me crucé de brazos mordiéndome el labio inferior. Me sentía frustrado por la liviandad de sus palabras y por mi estupidez humana al haber aceptado la obstinada invitación del rubio.
—¡Oye!, no va a pasar nada—intentó calmar mis nervios—. ¡Todo estará bien!—exclamó energético—. Sólo mírate, de hecho pareces estudiante secundario—dibujó una mueca afable en sus labios. Respiré hondo sintiendo como mi diestra era adherida a la suya sin mi consentimiento por el aquel alocado chico y de un leve arrastre nos direccionamos hacia una casita pequeña de dos niveles la cual estaba unida con la del vecino y se distinguían por la diferente tonalidad que ambas poseían. Caminamos por una entrada de adoquines mientras admiraba el bonito ante jardín de la morada. Suzuki se apresuró en presionar un pequeño botoncito oculto entre la muralla de concreto junto a la puerta, y una musiquita se oyó al otro lado de esta por lo que, rápidamente, unas pisadas se escucharon desde el interior.
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¡El chico tiene diecisiete! [Reituki]
Fiksi PenggemarSiempre fue una bobada para mí; el internet y sus frivolidades me hacían reír. Si bien disfrutaba de conocer nuevas personas sin rostro, también amaba alardear de más. Mentir de mi edad o lo que hacía día a día no era grave, más bien era una forma "...