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12- Febrero- 1764
[Francia]

{Marie-Jeanne P.O.V}

Cuando mi padre se enteró, lo primero que hizo fue pegarme una bofetada y lo comprendí, no solo por haberme arruinado la vida a mi y a mi familia, sino porque estaba borracho como siempre y le pasé por alto que me tratara de aquella manera.

Puede que mi padre no fuese consciente de la estupideces que decía. Pero cuando estaba sobrio, era uno de los más sabios ya que todo lo que decía era verdad.

Tras haber eliminado parte del alcohol que había tomado aquella noche, vino por la mañana a mi habitación y que aunque estaba muy enfadado como para decirme que las acciones que había tomado estaban bien, quería conocer al chico.

Y aunque al principio no quiso venir conmigo ya que decía que probablemente le metiera una paliza, al final lo convencí y estuvieron charlando en privado durante más de una hora.

Al salir de la habitación, vino corriendo y me abrazó como nunca antes lo había hecho y me besó apasionadamente mientras yo cerraba los ojos y me sumergía en aquel claro signo de nuestro romance. Tras esto me dijo cuatro palabras que cambiarían mi vida por completo "Nos vamos a casar".

Yo en aquella época de mi vida no estaba preparada para recibir esa noticia y por mucho que le quisiera, le negé rotundamente aquella afirmación. Su cara cambió y se fue durante más de un mes.

Sentía como crecía dentro de mi, no era el bebé. Era la añoranza y el deseo de volver a cambiar la decisión que tomé. Así que me puse a buscarlo por todo el bosque y preguntar a gente del pueblo. Y me enteré de que había desparecido totalmente cuando nadie sabía de su paradero.

Una noche vino tocando mi puerta nervioso. Me dijo que intentó detenerlos pero no pudo. Su aspecto estaba decadente; tenía el pelo alborotado, marcas de puñetazos, huesos rotos ya que su humero le colgaba y le salía sangre por la boca. Iba a llamar a mi padre para decirle lo que le había pasado, pero me dijo que no le dijera nada a su familia y que le ayudara a ir a su casa.

Lo llevé ayudándole a caminar mientras el me rodeaba su brazo bueno por mi espalada.

Cuando llegamos a su casa, no había nada para curar esas heridas. Y me dijo atragantándose con su propia sangre que le llevara al sótano. Cuando entré, pude ver que estaba lleno de tarros de cristal con plantas en su interior y también había todo tipo de instrumental.

Yo estaba tan preocupada por Henri que apenas me puse a investigar que había en aquellos misteriosos recipientes, y Henri me dijo que cogiera uno que tuviera dentro hojas muy finas parecidas al pino. Pero al estar tan nerviosa tire sin querer uno en el contenía ceniza.

Henri se intentó levantar del suelo y al ver que no podía le ayudé a llegar a sus estanterías para que cogiese aquella planta. Al cogerla me dijo que agarrara un cuenco y la aplastara.

Así lo hice y mientras trituraba parte de aquella planta, él se comía trozos del tallo.

Cuando acabé me dijo que la mezclase con otra que cogió el. Al finalizar me pidió que aplicase sobre las heridas. Y por último bebió un líquido verde que tenía en una copa de cristal dentro de uno de sus cajones.

Yo no daba crédito a lo que veía y cuando vi que se recuperó un poco, le pregunte que se había tomado. Me respondió que solo eran plantas curativas como el equiseto o muérdago. Y cuando quise saber que era el líquido que acababa de ingerir, reveló que era la savia de un árbol muy antiguo y que poseía unas cualidades especiales curativas.

Tardó una semana en recuperarse por completo. Pero aunque no le creí en un principio con todas esas cosas que guardaba ocultándolas de cualquier persona que estuviese cerca, demostró su afirmación de que eran curativas cuando tardo en ese corto periodo en recuperarse de aquellas graves marcas y heridas que tenía por todo su cuerpo.

Después de esto, nos casamos y me tuve que mudar a su casa ya que decía que era más segura que la que tenía yo.

Tuve un hijo varón el 6 de Junio del 1759. El parto estuvo bien y no perdí apenas sangre. Lo único raro es que mi hijo no lloró y esto se debía a que nació muerto y estuvo muerto durante toda la noche mientras que yo no dormía viendolo inerte y como su color de piel se volvía azulada.

Pero de repente me entraron ganas de darle de mamar leche, era como un instinto primitivo que me decía que lo hiciera. Y cuando me lo puse para que empezara a chupar sabiendo que estaba muerto...lo hizo.

LA RENACIDA  ▸  ALLISON ARGENTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora