Perdón {Paulo Dybala}

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—¿Hola? 

—¿Paulo? —Mi corazón se detuvo unos segundos al reconocer aquella dulce e inconfundible voz, que aún después de tantos años seguía robándome el aliento.— ¡Soy yo, Leticia!  

—Leticia...—Susurré, apenas audible para nosotros dos, casi como un suspiro.  

—¿Cómo estás? ¡Hace tanto no escuchaba tu voz! —Una suave y contagiosa carcajada se escuchó del otro lado de la línea, inflando mi pecho de emoción. 

—Bien, bien... Mejor, ahora que te escucho.—Sonreí, imaginando como sus mofletes se pintaban de un tono rosa, totalmente adorable a mis ojos.

—No has cambiado nada, Paulito.—Murmuró tímidamente, haciéndome reír instantáneamente— Dios, tengo tantas cosas que contarte que... ¡agh! —Reí nuevamente, amaba a esa chica como a nadie. 

—Bueno, en unos días viajaré a Córdoba... 

.

Había perdido la cuenta de las veces que había pasado mis manos por mi pantalón, intentando secar mis palmas sudorosas. No podía despegar la mirada de la puerta, por la que ella iba a cruzar en cualquier momento.    

Habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto. Desde que dije adiós, justo antes de tomar un vuelo a Palermo; de dejarla en Córdoba junto a mi corazón.

Antes de si quiera poder divagar, una silueta se abrió paso en la pequeña cafetería, arrebatando las miradas masculinas del lugar. Su cabello castaño claro estaba un poco despeinado, y sus mejillas sonrojadas. Sonreí sin poder evitarlo.

Sus brillantes ojos turquesa examinaron el lugar hasta que logró encontrarme, y una bella sonrisa afloró en sus labios color cereza mientras se apresuraba con pasos largos a nuestra mesa.  

—¡Paulo! —Me levanté de mi asiento y ella saltó a mis brazos, impregnándome de su perfume, llenándome por completo.—Disculpa mi retraso, tuve algunos inconvenientes.—A regañadientes me separé de ella, viendo su rostro más de cerca.

—No te preocupes, también acabo de llegar. —Sonreí. 

—Uf, menos mal.—Suspiró. 

En realidad había esperado por casi una hora; pero en el momento de tenerla frente a frente, nada pudo importarme menos. 

Estaba incluso más hermosa de lo que la recordaba, su aspecto era más maduro. Era toda una mujer ahora.  

Tuvimos una pequeña charla antes de que la camarera viniera a tomar nuestra orden finalmente. 

No pasé por alto el brillo de ansiedad en los ojos de Leticia, provocándome una curiosidad gigantesca.

—Escucha... No sé si pueda aguantar más para contártelo...—Sonrió como una pequeña niña y tomó mis manos, haciéndome sonreír a mi también— Paulito, eres la primera persona que va a saberlo.—Mordió su labio en un gesto alegre, aumentando mi curiosidad— ¡Aldo me pidió que fuera su esposa! —El oxígeno de pronto había abandonado mis pulmones—  ¡Voy a casarme en Julio!       

—¿Te imaginas? Vos entrando a la iglesia con un vestido blanco, como una princesa...—Besé sus nudillos y sus mejillas se tiñeron de rosa. 

—Y tu el, príncipe encantador en su caballo blanco.—Rió dulcemente. 

—No sé si sea muy apresurado... Pero es que en serio le quiero, Paulo.—Suspiró Me encantaría que lo conocieras, es un hombre increíble y...Separé mis manos de las suyas.

One Shots (Futbolistas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora