Roto {Eden Hazard}

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Tenía 16 años cuando conocí a Eden Hazard. 

Era nueva en la ciudad y estaba perdida en mi primer día de clase, recuerdo haber llegado tarde y no tener a quien preguntarle por la ubicación del curso que me había sido asignado. 

La única persona que me había ayudado había sido el chico que se chocó conmigo mientras corría a su clase.

No puede ser, ¡joder!

¿Por qué precisamente hoy? 

Como si no fuera lo suficientemente vergonzoso ser la persona nueva, ugh.

La vida definitivamente me odiaba, estaba perdida y no había una sola persona en los pasillos que pudiese ayudarme. 

¡Simplemente genial! 

Mientras seguía buscando escuché pisadas fuertes, lo que me hizo caminar al lugar de donde provenían, llevándome un susto terrible al ser impactada por otra persona y caer de espaldas al suelo. 

—¡Argh! ¿Es que no ves por donde caminas, niño estúpido?  —Lo empujé de los hombros, ya que todo su peso había caído sobre mi cuerpo— ¡Quítate! 

—¡Tu te atravesaste, genio! —Resopló y se levantó, estirando su mano para que yo me levantara también.

—Idiota. —Murmuré mientras me levantaba por mi cuenta y alisaba la falda del uniforme, tenía suerte de que no se hubiese subido hasta revelar mis más íntimos pensamientos.

—Se dice gracias, niña grosera. —Me crucé de brazos e iba a responder pero me interrumpió Ahora me largo, es la tercera vez que llego tarde a clase ésta semana. Adiós. 

Acomodó su mochila e iba a empezar a correr de nuevo, así que tuve que tragarme lo poco de orgullo que me quedaba y pedir su ayuda.

—Oye, yo... Um... —Aclaré mi garganta bajo la mirada expectante del chico frente a mi— Verás, soy nueva... Y estoy perdida, entonces... Um, me preguntaba si... —El chico suspiró y tomó el papel que tenía entre mis manos.

—Me queda de camino a mi clase, vamos. —Antes de siquiera poder protestar, tomó mi antebrazo y corrió conmigo a rastras por el pasillo vacío.

Desde ese día nos volvimos muy cercanos, y semanas después me invitó a salir.

Había tenido mi primer beso con Eden en el baile de primavera, y en las vacaciones de verano perdimos la virginidad juntos en un campamento. 

Había sido el primero en todo.

La dulzura del primer amor me tenía en la nube más alta, no había día que no le agradeciera a la vida por haberlo puesto en mi camino.

Hasta que un buen día llegó corriendo a mi casa, con lágrimas en los ojos para decirme que un equipo de fútbol iba a firmar un contrato con él. Lo abracé con todas mis fuerzas y le felicité. Era una oportunidad de oro, iba a cumplir su más grande sueño.

—June, tengo que irme a Francia.  

Con esa simple frase mi corazón se detuvo. 

No quise dejarle ver cuanto me había dolido, no quería verlo triste por tener que irse a perseguir su sueño. No tenía ningún derecho de arruinarlo. 

Tuve que retener las lágrimas cuando nos despedimos en el aeropuerto, pero sólo resistí hasta que cruzó las puertas del área de seguridad para empezar a llorar como un bebé en los brazos de su madre.

One Shots (Futbolistas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora