—¡Llegué, perras!
Me gire para ver a Brooke, quien entraba por la puerta con los brazos alzados y se lanzaba al sofá en que estaba semiacostada esperándolo. Resulta ser que a Taylor, Brooke y a mi se nos ocurrió la magnífica idea de darnos las llaves de nuestras casas, como una especie de ejercicio de confianza.
Termino en una broma muy pesada de los noviecitos de pintarme el pelo de rojo pasión mientras dormía. No me arrepiento de nada, realmente. Salvo de conocerlos a los ambos.
—Hola, perra —Lo saludé dándole un beso en la mejilla cuando rodeo mi cintura con su brazo y me estrecho contra él en un abrazo amistoso.
—Hola, zorra —Me soltó y se acomodo en el sillón como si esta fuera su casa y yo fuera la invitada—. ¿Dónde esta Taylor?
—Me dijo que tenía unos compromisos y no podía venir hoy —Voltee mis ojos con irritación y negué con la cabeza haciendo una mueca.
—¿Así que tenemos que ver solos el maratón sin mi loca rubia? —Me miro haciendo un tonto pero tierno puchero, a lo que yo reí mirándolo con una ceja alzada.
—Yo soy tu loca rubia —Lo mire con fingida indignación mientras me llevaba una mano al pecho, dramatizando la escena.
—No, Taylor es mi loca rubia, tú eres mi loca idiota —Él volteo los ojos con diversión y volvió su mirada al televisor, mientras yo le golpeaba el hombro—, no se cuanto tiempo tendré que decírtelo.
—Iré a hacer las palomitas —Reí levemente al levantarme y ver la posición en la que estaba Brooke. Parecía estar posando para uno de esos cuadros en los que aparecen mujeres semidesnudas.
Me gire sobre mis talones y me encamine hacía la cocina. Agarre un recipiente donde colocar las palomitas cuando ya estén listas, agarre una bolsa de palomitas de un gabinete y lo metí en el microondas. Hoy era viernes en la tarde, por lo que de tradición, Brooke, Taylor y yo nos reunimos en mi sala a ver la recopilación de la semana de Mickey Mouse.
No es divertido, asi que no rian. Ahi dice "Apto para todo público", y yo soy de todo público ¿no? Ugh, ignorantes.
Cuando estuve cerciorada de que todo estaba correcto, decidí esperar a que estuvieran listas con Brooke en el sillón. Últimamente estuve más separada de Brooke de lo normal, asì que esta tarde maratòn quizàs nos haga ponernos al dìa con todo lo que nos paso ultimamente. Y, por fin voy a tener algo interesante que contarle que no sea sobre como un bebè estornudo en mi uniforme de trabajo, llenando de moco, saliva, comida y vergüenza.
Una vez las paloitas estuvieron listas, las puse en el recipiente y me encamine hacia el sillòn, tiràndome de golpe en unos de los asientos justo cuando ya estaba empezando la mùsica del inicio del maratòn.
—Bienvenidos a la casa de Mickey Mouse —Musitamos Brooke y yo al mismo tiempo, para luego estallar en carcajadas.
—Càllate, càllate —Le ordene, cuando ya el episodio habìa empezado y ya el ratòn estaba hablando.
Brooke tenìa una sonrisa divertida en su rostro y empezo a burlarse de mi cara de concentraciòn mientras veìa el programa y de como respondìa las preguntas de Mickey.
—Pareces una niña pequeña.
—¡Pluto corrio detras de la pelota, pedazo de ciego, eres peor que Dora! —Gritè ignorando las carcajadas de Brooke mientras le lanzaba palomitas en la cara a Mickey.
—Ya, ya calmate —Brooke tomo mis muñecas y miro el televisor solo para darse cuenta que el televisor se habìa apagado. Igual que todas las luces de la casa.
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La casa de los Robinson's
RomanceJane Worris tenía una vida completamente normal. Se independizado por completo de sus padre mudándose a un seguro pero transitado vecindario a las afueras de California. Trabajaba en una de las cafetería más recurridas de esa zona y ya la vida empez...