Capítulo 2

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«Abro mis párpados para distinguir que me encuentro recostada en mi cama, en la habitación de la enorme casa donde crecí. Las paredes con suaves colores pasteles me envuelven y relajan, con un suspiro de alivio me entierro en mis almohadas, mi perfume desprendiéndose de ellas.

Por primera vez en mucho tiempo siento mis labios arquearse en una sonrisa.

Hay paz, toda ella me rodea, me amansa. Le permito envolverme al cerrar mis ojos, abandonada a la sensación.

Alguien a mi lado izquierdo del colchón de retuerce, deslizando las sábanas a través de mi piel. Me hace notar que estoy desnuda por completo, y mi ser se calienta. Un fuerte brazo me sostiene de la cintura, calor pasando las barreras de piel, de un lento tirón me encuentro soldada contra un pecho amplio, que al respirar rosa mi espalda, electrizando las corrientes de sangre en mis venas.

Me separo para lograr darme la vuelta y encontrarme con sus ojos. Grises, como el humo, o como nubes de tormenta aproximándose. Los relámpagos resaltando su deseo en la mirada. Me pierdo en ellos, me dejo llevar cuando acerca su ancha boca a la mía.

Nuestros labios se pegan y dejo de respirar.

Se desprende un centímetro sólo para soltar dos únicas palabras, que hacen que mi corazón se agrande en mi pecho.

—Te amo—susurra.

Trago saliva para evitar llorar de emoción e intento repetirlas. Así demostrarle que no hay nada en este universo que me haga más feliz que su cercanía y cariño. Abro la boca, las palabras punzando, pero no puedo pronunciarlas.

Él arruga su entrecejo, alarmado.

Intenta separarse pero lo aprieto entre mis brazos.

—No...—le suplico—. No te vayas...

Retira mi toque lejos de él con impaciencia.

—Ya me he ido...—murmura duramente—. Ya me he ido hace tiempo...

Niego sin poder pronunciar nada, aun cuando necesito decirle que lo amo con locura y que moriré si me deja.

—No...—suspiro.

Cierro los ojos con dolor, y cuando vuelvo a abrirlos para buscarlo desesperadamente lo encuentro a mi lado de la cama, dormido. Apoyo mi mano en su pecho, con la respiración rota, con innegable miedo. Le toco y me empapo con algo. Chillo al distinguir la sangre, saliendo como ríos desbordados de él.

— ¡No!—grito, sabiendo que no puede escucharme—No me dejes...

Sus ojos se abren a través del espeso líquido carmesí que cubre su rostro.

—Ya te he dejado...—gruñe—. Te he dejado para siempre.»

Salto sobre la cama, sentándome en ella con terror recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza. Grito, me retuerzo y lloro desconsolada, no hay nada que me haga parar. Me sostengo el estómago con nauseas, atragantándome con los nudos de mi garganta. Me doy la vuelta, enredándome con los cables, y torciendo la cánula alrededor de mi cuello. Entierro mi rostro en la almohada y chillo tratando de aliviar el peso de la gran piedra aplastando mi caja torácica. La aprieto con mis puños, hasta que mis dedos se vuelven blancos.

Alguien toca mi hombro con delicadeza, y me sobresalto fuera del contacto.

—Está bien—susurra Carla con voz dulce—Sólo ha sido una pesadilla...

La Única (La Réplica #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora