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Story of my life - One Direction

Story of my life - One Direction

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Connor

Verano del 2005

Mi madre estaba horneando mis galletas favoritas, en ese entonces nosotros éramos muy unidos, no hacía nada sin ella a mi lado, incluso había comentarios que la culpaban por mimarme mucho. Los comentarios iban desde que me haría un niño malcriado hasta donde según eso podría influenciar mi sexualidad.

En ese momento ella no le importaba mucho todos esos comentarios, pero fue entonces que comenzaron los maltratos de mi padre a ella.

Siendo personas ya mayores, en sus cuarenta tantos teniendo hijos de apenas siete años. Él comenzaba a buscar mujeres más jóvenes.

Y fue que todo eso la arruinó por completo, dejó de ser una madre presente, a estar en cama la mayor parte del tiempo, yo dejé de asistir a mis clases extra de algún deporte y a corta edad me acompañé de la calle, Tina, mi hermana fue más fuerte en esos aspectos y tuvo la madurez de tomar las cosas como mejor las pensaba.

A esa edad conocí a Yessica, que teníamos en común el mismo problema de padres ausentes, y con ella aprendí a ser quien era hasta ahora.

La única persona en el mundo que me comprendía al cien por ciento.

...

Verano 2014.

Giré la perilla de la entrada, tambaleándome cuando atravesé el portal. Mi cabeza estaba dando vueltas, y al dar el paso caí al suelo tratando de sostenerme de la mesa, pero en el impulso me llevé el mantel, y tiré los trastos, provocando un ruido de verdad infernal.

Tirando sobre el suelo frio de mi casa intenté incorporarme, pero el mareo me hizo volver al suelo. Quería vomitar.

—¡Connor! —oí, y mi cabeza se giró para ver a mi madre moverse para darme una mano—, vienes todo alcoholizado, de nuevo —La escuché mofar.

Mi padre no se encontraba en casa sino seguro lo que me recibiría sería un par de palazos. Sentí que mi madre me arrastró levemente, entre pujones y quejas, metiéndome al baño para poder ponerme dentro de la ducha.

—¡Mamá! —Me quejé, intentando salir, pero ella me devolvió de un jalón.

Peleamos un poco entre la cortina de baño y nuestras manos.

—¡Apestas! —aseveró, abriendo la llave; tirándome con fuerza.

Sentí el chorro de agua helada tocar mi cabeza, y los balbuceos de mi voz salieron con exageración. Estaba helada, y quemaba.

Chillé un par de maldiciones.

Me derrumbé bajo el chorro, mi cuerpo perdió toda la fuerza, y el sueño comenzaba a vencerme. Pero sentí las manos de mamá dándome palmadas en las mejillas.

—Connor, muévete, hijo —susurró, e intenté hacerle caso; poniéndome de rodillas primero, comenzando a sacarme la ropa mojada cuando ella me envolvió en una toalla.

Escuché sus quejidos, y sabía que estaba llorando.

Apenas podía mantener un poco los ojos abiertos. La toalla me secó el cabello, mi madre me ayudó a meterme a la cama cuando colocó ropa seca; como si fuese un chiquillo de cinco años.

—Perdóname, madre —murmuré, antes de que ella saliera de mi habitación.

Se detuvo en el umbral, mirándome con los ojos llenos de lágrimas, haciéndome sentir como un animal sin sentimientos.

—Perdóname a mí, hijo —susurró, con un gemido en su voz, cubriendo sus labios cuando lloriqueó.

Por más que quise ponerme de pie e ir a darle un abrazo, la borrachera me venció y me quedé dormido.

...

Entre sueños escuché que algo golpeó con fuerza la pared. Incluso me sobresalté del impacto.

La borrachera había bajado, pero la sensación de mareo, no.

—¡Mierda! —escuché esta vez con claridad, mi padre gritaba con énfasis por toda la casa.

Me senté de sopetón, tratando de pararme e ir. No dejaría que golpee a mi madre.

—¡Ese niño necesita medicación, Rosee! —Volvió a gritar, y me detuve en el hilo de la puerta.

Respiré profundo, claro que hablaba de mí. El llanto de mi madre inundó mis oídos, y mi papá repitiendo palabrotas me llenó de ira la sangre.

Giré la perilla, saliendo al pasillo para enfrentarme a él.

Mi madre me miró con sorpresa, pero no se movió.

—Deja de gritarle —Le repuse, con toda la tranquilidad que no sabía que poseía.

Mi padre giró el ceño, mi examinó de pies a cabeza y con desdén. Sus arrugas se contrastaron y su mentón se apretó con fuerza.

—¡Al parecer soy el único consciente que creé que necesitas ayuda! —medio gritó, caminando a mí, y yo ya esperaba el primer golpe.

Incluso cerré los ojos un poco, tratando de no moverme mucho para no parecer gallina.

Pero el golpe, no llegó.

Me quedé inmóvil unos minutos, asimilando la escena, mi padre mirándome de frente, con los ojos puestos en mí, moviéndose solo para respirar.

Quería leer su mente, saber que quería decirme, si quizá su corazón tenía un poco de piedad; si algún día me mostraría amor; y no solo comentarios llenos de malicia.

No, solo se giró y dio un portazo cuando entró a su habitación. La sensación ya no era extraña, me era completamente natural viniendo de él.

Intenté ir a mi madre, abrazarla, pero ella puso las manos de frente, lastimando mi corazón cuando rechazó mi cariño.

—Tu padre tiene razón, necesitas ayuda, Connor —habló con pesar, esquivándome para poder irse con él.

Me quedé ahí, con los brazos extendidos por un buen rato.

Un nudo se formó en mi garganta; y me mordí el labio; bajando los brazos poco a poco, mirando la habitación vacía.

"¿De qué ayuda hablaban?"

Ni siquiera ellos me la proporcionaban. Intenté, en algún tiempo ser bueno, demostrarles que era bueno, pero al parecer para ellos ese era mi deber y no tenía nada extraordinario en hacerlo.

Me hicieron sentir ordinario. Y lo creí.

Arrastré los pies a mi habitación, bajando la borrachera con una línea de cocaína, sintiéndome lleno de vida en minutos.

Sonreí de satisfacción, recostándome sobre mi cama, viendo el techo y concibiendo la felicidad artificial emanar de mi interior. 

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La sonrisa de Connor |Sol en invierno 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora